Por: Anahi Alurralde Molina
Las mujeres estamos definidas genéricamente por la obediencia,
nos han enseñado que ser obedientes es parte intrínseca de nuestro ser.
Desde niñas entre todas las cosas que vamos aprendiendo el
obedecer está en todo. Porque la ecuación es: mientras más obediente, sumisa y
complaciente más queridas y aceptadas vamos a ser. Por esto hoy quiero hablar
sobre la transgresión. Sobre el desobedecer transgrediendo, y específicamente
sobre la transgresión en estos tiempos donde el que mueran mujeres todos los
día se ha naturalizado y donde la indolencia y desidia patriarcal se campea en
todas las esferas.
La transgresión en nosotras adquiere otro
contenido y tiene una forma peculiar. La transgresión como método de
resistencia, de lucha y de vida.
¿Y quiénes están transgrediendo?
Esa nueva generación
de mujeres que ha nacido, esas que no son más princesas sino guerreras.
Las mujeres que hoy cuestionan e incomodan. Esas que han
interpelado su condición, esas que dudan
de todo, esas que no aceptan roles pre establecidos, esas que no aceptan que nacer mujer implique
un futuro prefijado, aquellas que se mueven en contradicciones permanentes y
que de ellas construyen la certeza de
que frente a un sistema indolente la única alternativa es la lucha colectiva y cohesionada.
Por esto hoy estamos con Elvira Gavincha, paceña de 48 años,
casada hace 35 y madre de 4 hijos, bueno corrijo, ahora sólo de 3 porque a una
se la arrebataron, a una la mataron.
Ella se llamaba María Isabel Pilco, tenía 28 años, hace casi
3 años que ya no está. Y lo único que queda de ella es Gissel, la pequeñita de
4 años que tiene los ojos de su madre , una picardía al sonreír y la mirada a
veces perdida y otras llena de intensidad.
Y tal vez se preguntan qué tiene que ver el principio de
este escrito: la obediencia y la transgresión con el caso de feminicidio de
María Isabel.
Sinceramente yo tampoco la tengo clara, es que una se sienta escribir
y tiene que decidir entre las cosas convencionales, bonitas y las otras, las que
tienen rabia e impotencia y definitivamente esta vez me decidí por la segunda opción.
Sin embargo, entre la obediencia, la sumisión, la resistencia,
la transgresión y la violencia, la hostilidad e impunidad existe una profunda
relación, por lo menos cuando de mujeres se trata.
Estamos en tiempos donde la exigencia privada o pública de derechos y
justicia es interpretada como la expresión de una descompostura o disfunción de
las mujeres. Nosotras enfrentamos la crisis de una organización social de
géneros cuya impronta es patriarcal y se resiste a transformarse.
Y claro, muchos dirán y dónde se refleja todo esto que
afirmo. Me atrevería a decir que en todas las esferas de la vida de una mujer, pero
la expresión más contundente y ácida está en la justicia.
El acceso a la justicia de las mujeres sobrevivientes de
violencia o los familiares de víctimas
de feminicidio es una asquerosa peregrinación ante la que la indiferencia
social es cómplice.
Es en base a esto que es inminente hablar de Elvira Gavincha,
una mujer que ha decidido transformar el dolor del feminicidio de su hija en
lucha por justicia.
El 3 de noviembre del 2014 María Isabel no resistió más y
partió. A ella no la consumió alguna enfermedad mortal, ni tuvo algún accidente
fatal, a ella la consumieron los golpes de David Viscarra su asesino. Padre de la pequeña Gissel y con el que compartió años de su vida.
El machismo y la misoginia de David la mataron, y hoy a 3
años de impunidad la familia del feminicida con las mismas expresiones de
misoginia y soberbia intimida a Elvira para que desista y abandone el caso.
Cada audiencia significan horas de tensión y de reavivar el
dolor de toda una familia, porque María Isabel era hija, era hermana, era sobrina,
era nieta, era madre y todos la siguen llorando con rabia porque no se ha hecho justicia ¿Cómo
pedirles resignación a toda una familia?
No, con la resignación no se hace nada. Con rabia y valor
si.
Por eso Elvira a sus 48 años está más firme que cualquiera y
eso le revienta al patriarcado y a todos sus dispositivos. Ella no abandonó el
caso como quisieran muchos jueces y fiscales
para no tener más trabajo y es eso justamente lo que incomoda, la perseverancia y resistencia de una mujer que rechaza el
quedarse callada y repudia la sola idea de que la muerte de su hija pueda
quedar impune.
Es evidente la
sofisticación actual de las violencias misóginas ejercidas contra las mujeres
en las instituciones y en la sociedad, que se agravan por el entrelazamiento de
la ilegalidad en la esfera civil, supuestamente regida por el Estado de derecho
y la legalidad, con la esfera de la ilegalidad , y con la violencia ejercida
desde el Estado.
Y es esta coexistencia la que impulsa y fomenta una cultura
proclive a la aceptación y naturalización de la violencia, fortalece condiciones de
tolerancia a hombres que tienen el poder
legítimo de ser violentos y el poder extraordinario de dañar de numerosas
maneras a las mujeres, en el extremo de quitarles violentamente la vida. Así
como lo hizo David con María Isabel, con la venia de toda una sociedad y
sentado en el privilegio de ser hombre.
Hoy Elvira Gavincha
además de sus roles cotidianos, debe asumir nuevamente el rol de madre
con la pequeña Gissel, por más oscuros y grises que estén sus días tiene que
tener una sonrisa para ella y claro, debe cubrir la materialidad de su vida y
para todo esto se la necesita fuerte, sana y emocionalmente estable, y esto último
no se va a lograr hasta que no sienta reparado el daño que le produjeron,
reparación que consiste en lograr justicia por el feminicidio de
su hija y que el que acabó con sus sueños y su historia cumpla la condena que
merece.
Ya son años de agonía
entre memoriales, citas con el abogado, audiencias suspendidas, otras
que duran horas y horas en las que una vez más reviven su dolor. Hay audiencias
que se la ve fuerte y decidida otras en
las que le gana el dolor y suelta el llanto, un llanto con un peso ya de 3
años, un llanto que se hace cada vez más profundo y que a cualquiera que lo ve
o escucha le estremece el cuerpo. Y sé que ella no es la única madre que vive esta
agonía, sé que son muchas más, y que en otros casos, es la hermana, la tía o la
abuela las que buscan justicia para sus muertas y lo hacen con ese mismo ímpetu
y coraje.
Hoy hablo de Elvira porque en todos estos meses de estar a su lado, conociendo su historia, compartiendo sus sentires, sus miedos, sus pequeñas alegrías comprobé que
ella decidió transgredir lo establecido como normal, ella buscó ayuda , buscó
apoyo para que el grito por justicia para María Isabel sea unísono y colectivo. Ella decidió desobedecer y no
vivir un juicio en silencio y soledad. Ella decidió transgredir lo convencional
y hoy su voz adolorida es protesta y rabia.
Y nosotras decidimos no dejarla sola. Decidimos
voluntariamente gritar porque queremos que sepan que estamos presentes,
denunciar porque estamos conscientes y protestar las veces que sea necesario
porque nos rebelamos ante cualquier mínimo intento de impunidad.
Hace unos días, el 12
de abril exactamente se llevó a cabo una audiencia más aunque se instaló con una serie de irregularidades,
y con tanta parcialidad con el feminicida que hasta los jueces se atrevieron a amenazar a Elvira sólo por
unos comentarios vertidos fuera de la audiencia .Y más tarde intentaron callarnos
a nosotras.
¿Qué pasó , Señores Jueces?
Tanta indignación les causó que
seamos mujeres las que estemos vigilantes a que cumplan sus funciones de manera
justa? ¿Tan grande fue su miedo que ordenaron arrestar a una de nosotras por 8
horas?
Pareciera que los ínclitos jueces a cargo olvidan que la
Constitución Política del Estado garantiza el control social de la sociedad civil organizada.
Se preguntarán ¿Entonces qué pasó con el arresto?
La fuerza de todas las presentes evitó que
detengan a una de las compañeras, porque el grito fue firme: ¡! SI LA DETIENEN
A ELLA NOS DETIENEN A TODAS. ¡!
Ese 12 de abril hemos
demostrado que esas guerreras de las que hablaba al principio de este escrito,
no nos dejamos solas, nos defendemos entre sí.
Ese 12 de abril hemos demostrado que transformar el dolor
del feminicidio en lucha por justicia es posible y que esta lucha debe ser
colectiva y desobediente, porque con sumisión y complacencia no se alcanza
nada. O quizá si, juicios en silencio donde la impunidad y corrupción se
campean a sus anchas y todo queda en las 4 paredes de la sala asignada.
Hoy las mujeres estamos convencidas de que el silencio social
las vuelve a matar y por eso no aceptamos
que la amnesia bese nunca nuestras bocas.
Hoy las mujeres hemos decidido tener tolerancia cero ante el
olvido. Hoy hemos decidido que la respuesta será feminista y que los "honorables"
administradores de justicia lo sepan y piensen dos veces antes de emitir
sentencias parcializadas e injustas.
Hoy Elvira y su familia no están solas, estamos con ellas por la memoria de Maria Isabel y todas nuestras muertas, por la pequeña Gissel y por todos esos hijos e hijas que quedan en la orfandad porque a un macho se le ocurrió arrebatarles a su madre.
Mañana 20 de abril se llevará a cabo una audiencia más, en
el mismo lugar, con los mismos jueces y su miseria y estoy segura que las
irregularidades no faltarán, pero nosotras tampoco. Y aunque nos hayan prohibido gritar, vamos a estar ahí más
firmes que nunca.
Estaremos ahí en via pública ejerciendo nuestros derechos, estaremos
ahí en vía pública para que el señor, la señora que esté transitando no sea
indiferente y se entere ,si es que hasta ahora no lo hizo, de que se matan mujeres
en la cara de la gente y se las vuelve a matar con el olvido y la impunidad.
No se si Elvira pueda leer este escrito, pero si lo hace le
digo que vamos a estar con ella hasta el final, que vamos a seguir acompañándole
en su lucha, que es también nuestra. Vamos continuar desobedeciendo las veces
que sea necesario para que sepan que ahora ninguna mujer más está sola, que
ninguna más tiene que sufrir la agonía en soledad. Que sepan que no estamos
indefensas, que estamos en resistencia y que mientras María Isabel y todas
nuestras muertas no descansen en paz nosotras tampoco lo haremos.
Y para ti que te diste el tiempo de leer esto, quizá estás
diciendo que no es una nueva generación de guerreras la que ha nacido sino que
nos hemos vuelto locas, yo te respondo:
En realidad nos hemos vuelto más sabias, más poderosas y
jodidamente frenéticas porque hemos tomado conciencia de que ser mujer
significa resistir, y bueno quizá si estamos locas, locas de indignación.
Voy a terminar con algo puntual y contundente: ¡Ante la
violencia machista, resistencia y defensa feminista, porque si los juicios son
machistas no es justicia.
PD.- Para las que todavía piensen que estamos locas les
aviso: ¡Cuidado ¡ las locas contagiamos
la fuerza, el coraje, las ganas de luchar y el poder vivir por fin sin miedo.
¿No quieren contagiarse un poquito? Digo,no? Es que nos
necesitamos entre todas, porque mañana tú o yo podemos faltar como hoy nos
falta Maria Isabel y tantas más.