miércoles, 19 de abril de 2017

DEL DOLOR A LA RABIA: UNA MUJER QUE RESISTE.




Por: Anahi Alurralde Molina


Las mujeres estamos definidas genéricamente por la obediencia, nos han enseñado que ser obedientes es parte intrínseca de nuestro ser. 


Desde niñas entre todas las cosas que vamos aprendiendo el obedecer está en todo. Porque la ecuación es: mientras más obediente, sumisa y complaciente más queridas y aceptadas vamos a ser. Por esto hoy quiero hablar sobre  la transgresión.  Sobre el desobedecer transgrediendo, y específicamente sobre la transgresión en estos tiempos donde el que mueran mujeres todos los día se ha naturalizado y donde la indolencia y desidia patriarcal se campea en todas las esferas.
  
La transgresión en nosotras adquiere otro contenido y tiene una forma peculiar. La transgresión como método de resistencia, de lucha  y de vida.

¿Y quiénes están transgrediendo?

Esa  nueva generación de mujeres que  ha nacido, esas que  no son más princesas sino guerreras.

Las mujeres que hoy cuestionan e incomodan. Esas que han interpelado  su condición, esas que dudan de todo, esas que no aceptan roles pre establecidos,  esas que no aceptan que nacer mujer implique un futuro prefijado, aquellas que se mueven en contradicciones permanentes y que de ellas construyen  la certeza de que frente a un sistema indolente la única alternativa es la  lucha colectiva y cohesionada.

Por esto hoy estamos con Elvira Gavincha, paceña de 48 años, casada hace 35 y madre de 4 hijos, bueno corrijo, ahora sólo de 3 porque a una se la arrebataron, a una la mataron.

Ella se llamaba María Isabel Pilco, tenía 28 años, hace casi 3 años que ya no está. Y lo único que queda de ella es Gissel, la pequeñita de 4 años que tiene los ojos de su madre , una picardía al sonreír y la mirada a veces perdida y otras llena de intensidad.

Y tal vez se preguntan qué tiene que ver el principio de este escrito: la obediencia y la transgresión con el caso de feminicidio de María Isabel.

Sinceramente yo tampoco  la tengo clara, es que una se sienta escribir y tiene que decidir entre las cosas convencionales, bonitas y las otras, las que tienen rabia e impotencia y definitivamente esta vez me decidí por la segunda opción.

Sin embargo, entre la obediencia, la sumisión, la resistencia, la transgresión y la violencia, la hostilidad e impunidad existe una profunda relación, por lo menos cuando de mujeres se trata.

Estamos en tiempos donde la  exigencia privada o pública de derechos y justicia es interpretada como la expresión de una descompostura o disfunción de las mujeres. Nosotras enfrentamos la crisis de una organización social de géneros cuya impronta es patriarcal y se resiste a transformarse.

Y claro, muchos dirán y dónde se refleja todo esto que afirmo. Me atrevería a decir que en todas las esferas de la vida de una mujer, pero la expresión más contundente y ácida está en la justicia.
El acceso a la justicia de las mujeres sobrevivientes de violencia  o los familiares de víctimas de feminicidio es una asquerosa peregrinación ante la que la indiferencia social es cómplice.

Es en base a esto que es inminente hablar de Elvira Gavincha, una mujer que ha decidido transformar el dolor del feminicidio de su hija en lucha por justicia.

El 3 de noviembre del 2014 María Isabel no resistió más y partió. A ella no la consumió alguna enfermedad mortal, ni tuvo algún accidente fatal, a ella la consumieron los golpes de David Viscarra su asesino. Padre de la pequeña Gissel y con el que compartió años de su vida.

El machismo y la misoginia de David la mataron, y hoy a 3 años de impunidad la familia del feminicida con las mismas expresiones de misoginia y soberbia  intimida a Elvira  para que desista y abandone el caso.

Cada audiencia significan horas de tensión y de reavivar el dolor de toda una familia, porque María Isabel era hija, era hermana, era sobrina, era nieta, era madre y todos la siguen llorando con rabia porque no se ha hecho justicia ¿Cómo pedirles resignación a toda una familia?
No, con la resignación no se hace nada. Con rabia y valor si.

Por eso Elvira a sus 48 años está más firme que cualquiera y eso le revienta al patriarcado y a todos sus dispositivos. Ella no abandonó el caso como quisieran muchos  jueces y fiscales para no tener más trabajo y es eso justamente lo que incomoda, la  perseverancia y  resistencia de una mujer que rechaza el quedarse callada y repudia la sola idea de que la muerte de su hija pueda quedar  impune.

Es evidente la sofisticación actual de las violencias misóginas ejercidas contra las mujeres en las instituciones y en la sociedad, que se agravan por el entrelazamiento de la ilegalidad en la esfera civil, supuestamente regida por el Estado de derecho y la legalidad, con la esfera de la ilegalidad , y con la violencia ejercida desde el Estado.

Y es esta coexistencia la que impulsa y fomenta una cultura proclive a la aceptación y naturalización de  la violencia, fortalece condiciones de tolerancia  a hombres que tienen el poder legítimo de ser violentos y el poder extraordinario de dañar de numerosas maneras a las mujeres, en el extremo de quitarles violentamente la vida. Así como lo hizo David con María Isabel, con la venia de toda una sociedad y sentado en el privilegio de  ser hombre.

Hoy Elvira Gavincha  además de sus roles cotidianos, debe asumir nuevamente el rol de madre con la pequeña Gissel, por más oscuros y grises que estén sus días tiene que tener una sonrisa para ella y claro, debe cubrir la materialidad de su vida y para todo esto se la necesita fuerte, sana y emocionalmente estable, y esto último no se va a lograr hasta que no sienta reparado el daño que le produjeron, reparación que consiste en lograr justicia por el feminicidio de su hija y que el que acabó con sus sueños y su historia cumpla la condena que merece.

Ya son años de agonía  entre memoriales, citas con el abogado, audiencias suspendidas, otras que duran horas y horas en las que una vez más reviven su dolor. Hay audiencias que se la ve  fuerte y decidida otras en las que le gana el dolor y suelta el llanto, un llanto con un peso ya de 3 años, un llanto que se hace cada vez más profundo y que a cualquiera que lo ve o escucha le estremece el cuerpo. Y sé que ella no es la única madre que vive esta agonía, sé que son muchas más, y que en otros casos, es la hermana, la tía o la abuela las que buscan justicia para sus muertas y lo hacen con ese mismo ímpetu y coraje.

Hoy hablo de Elvira porque en todos estos  meses de estar a su lado, conociendo su historia, compartiendo sus sentires, sus miedos, sus pequeñas alegrías comprobé que ella decidió transgredir lo establecido como normal, ella buscó ayuda , buscó apoyo para que el grito por justicia para María Isabel sea unísono  y colectivo. Ella decidió desobedecer y no vivir un juicio en silencio y soledad. Ella decidió transgredir lo convencional y hoy su voz adolorida es protesta y rabia.

Y nosotras decidimos no dejarla sola. Decidimos voluntariamente gritar porque queremos que sepan que estamos presentes, denunciar porque estamos conscientes y protestar las veces que sea necesario porque nos rebelamos ante cualquier mínimo intento de impunidad.

Hace  unos días, el 12 de abril exactamente se llevó a cabo una audiencia más  aunque se instaló con una serie de irregularidades, y con tanta parcialidad con el feminicida que hasta los jueces  se atrevieron a amenazar a Elvira sólo por unos comentarios vertidos fuera de la audiencia .Y más tarde intentaron callarnos a nosotras.

¿Qué pasó , Señores Jueces? 

Tanta indignación les causó que seamos mujeres las que estemos vigilantes a que cumplan sus funciones de manera justa? ¿Tan grande fue su miedo que ordenaron arrestar a una de nosotras por 8 horas?  

Pareciera que los ínclitos  jueces a cargo olvidan que la Constitución Política del Estado garantiza el control social de la sociedad civil organizada. 

Se preguntarán ¿Entonces qué pasó con el arresto?
La fuerza de todas las presentes evitó que detengan a una de las compañeras, porque el grito fue firme: ¡! SI LA DETIENEN A ELLA NOS DETIENEN A TODAS. ¡!

Ese 12 de abril  hemos demostrado que esas guerreras de las que hablaba al principio de este escrito, no nos dejamos solas, nos defendemos entre sí.

Ese 12 de abril hemos demostrado que transformar el dolor del feminicidio en lucha por justicia es posible y que esta lucha debe ser colectiva y desobediente, porque con sumisión y complacencia no se alcanza nada. O quizá si, juicios en silencio donde la impunidad y corrupción se campean a sus anchas y todo queda en las 4 paredes de la sala asignada.

Hoy las mujeres estamos convencidas de que el silencio social las vuelve a matar  y por eso no aceptamos que la amnesia bese nunca nuestras bocas.

Hoy las mujeres hemos decidido tener tolerancia cero ante el olvido. Hoy hemos decidido que la respuesta será feminista y que los "honorables" administradores de justicia lo sepan y piensen dos veces antes de emitir sentencias parcializadas e injustas.

Hoy Elvira y su familia no están solas, estamos con ellas por la memoria de Maria Isabel y todas nuestras muertas, por la pequeña Gissel  y por todos esos hijos e hijas que quedan en la orfandad porque a un macho se le ocurrió arrebatarles a su madre.

Mañana 20 de abril se llevará a cabo una audiencia más, en el mismo lugar, con los mismos jueces y su miseria y estoy segura que las irregularidades no faltarán, pero nosotras tampoco. Y aunque nos  hayan prohibido gritar, vamos a estar ahí más firmes que nunca.

Estaremos ahí en via pública ejerciendo nuestros derechos, estaremos ahí en vía pública para que el señor, la señora que esté transitando no sea indiferente y se entere ,si es que hasta ahora no lo hizo, de que se matan mujeres en la cara de la gente y se las vuelve a matar con el olvido y la impunidad.

No se si Elvira pueda leer este escrito, pero si lo hace le digo que vamos a estar con ella hasta el final, que vamos a seguir acompañándole en su lucha, que es también nuestra. Vamos continuar desobedeciendo las veces que sea necesario para que sepan que ahora ninguna mujer más está sola, que ninguna más tiene que sufrir la agonía en soledad. Que sepan que no estamos indefensas, que estamos en resistencia y que mientras María Isabel y todas nuestras muertas no descansen en paz nosotras tampoco lo haremos.

Y para ti que te diste el tiempo de leer esto, quizá estás diciendo que no es una nueva generación de guerreras la que ha nacido sino que nos hemos vuelto locas, yo te respondo:
En realidad nos hemos vuelto más sabias, más poderosas y jodidamente frenéticas porque hemos tomado conciencia de que ser mujer significa resistir, y bueno quizá si estamos locas, locas de indignación.

Voy a terminar con algo puntual y contundente: ¡Ante la violencia machista, resistencia y defensa feminista, porque si los juicios son machistas no es justicia.

PD.- Para las que todavía piensen que estamos locas les aviso:  ¡Cuidado ¡ las locas contagiamos la fuerza, el coraje, las ganas de luchar y el poder vivir por fin sin miedo.
¿No quieren contagiarse un poquito? Digo,no? Es que nos necesitamos entre todas, porque mañana tú o yo podemos faltar como hoy nos falta Maria Isabel y tantas más.


Ella es Elvira Gavincha, transformando su dolor en lucha.Marcha NIUNAMENOS  del 25 de Noviembre de 2016