Texto publicado en el periódico La Época/Bolivia |
Por:
Anahi Alurralde Molina*
Una vez más conducida
por la pasión voy a hablar de Frida Kahlo, de su despedida de la vida, de sus
últimos días, sus últimos dolores, sus últimas alegrías, sus últimos infiernos
y sus últimas glorias. Decidí hacerlo porque ante tan apasionada forma de
vivir, la paloma mexicana supo emprender su vuelo final hacia la muerte con
coraje y eso merece ser contado.
1953: Entre el infierno y la gloria.-
Frida Kahlo, la que
pintaba desde el alma, la que hizo de su vida una obra de teatro con diferentes
puestas en escena, la que abrazó la pasión para aferrarse a la vida por más que
ésta se empeñó en ser su enemiga, ella llegó a
1953 con 46 años, con la salud física deteriorada y el alma un poco
perforada. Después de 31 operaciones, de
usar 28 corsés ortopédicos unos de acero y otros de cuero, todos igual de
dolorosos, después de todo esto, definitivamente
el combate entre sus ganas por vivir y su cuerpo lisiado seguía siendo
desigual.
Entre ese infierno
corporal, en abril de ese mismo año llegó una noticia que aplacó cualquier
dolor: Su obra por fin se expondría en México, Lola Alvarez, gran amiga suya
organizó una Retrospectiva de las obras de Frida en la Galería de Arte Contemporáneo.
Contar que la paloma estaba loca de alegría, es un eufemismo, según narran
varios de sus biógrafos, estaba omnipresente, renacida, y muestra de ello fue
que escribió a mano las tarjetas de invitaciones, con un texto en forma de
poema: “Estas pinturas las pinté con mis
propias manos, y esperan en los muros dar placer a mis hermanos”.
Su cuerpo de judas como
ella lo llamaba, la traicionó otra vez, su
estado físico empeoró días antes de la
exposición, el pronóstico oficial era
que no podría asistir, sin embargo con la tozudez que la acompañó desde la
infancia, Frida asistió y lo hizo con una mística difícil de olvidar, recostada
en una cama con baldaquín, pintada de colores vivos, decorada con esqueletos de
papel y provista de un pequeño espejo en el cual, ella no cesa de mirarse,
recordemos que ella nunca dejó de estar consigo. Esa tarde su rostro habló por
ella, la felicidad le desbordaba por esos ojos negros profundos, no habló casi
nada, quizá como muchos dicen, esa tarde se empezaba a despedir de la vida.
Y la despedida se
mostraba implacable, tiempo después de la exposición, llegaría la última
operación, la más definitiva; su pierna
derecha fue afectada gravemente por la gangrena,
la amputación fue inevitable, cortaron la pierna derecha a la altura de la
rodilla, Frida no se recupera jamás de este nuevo estacazo de la vida.
El
arte más poderoso de la vida: hacer del dolor un talismán que cura.-
Con el cuerpo mutilado,
entre la depresión y la frenesís, Frida meses después de la amputación vuelve a
los pinceles y al caballete, en esta última etapa aparecen dos tipos de enfoque
en sus obras, el de la naturaleza viva, que mostraba colores euforizantes y
diversas frutas con diferentes formas, y el del interés político y la
excavación ideológica. En este agonizante ocaso físico y mental, Frida pintó “El marxismo salvará a los enfermos”,
ella con un corsé ortopédico, es salvada por un hombre que tiene barba y los
cabellos blancos, un genio nigromante:¡Karl Marx!.
Las elucubraciones y
reflexiones de Frida sobre su arte relacionado a la lucha por la paz, la
libertad y el advenimiento al comunismo universal eran cada vez más profundas,
Sara M. Love afirma que el interés de Frida por el comunismo empieza a
sobrepasar la conciencia social y
adquiere rasgos epistemológicos, convirtiéndose esta ideología en el pilar de
su fe, una fe que llegaba exacerbada al sentir cerca su muerte.
Había empezado la
cuenta atrás de su vida, sin embargo ella continuó escribiendo, robándole
fuerzas a lo que quedó de su cuerpo, ella escribió y escribió en el que fue su
diario hasta el último día, escribir fue su manera de entenderse, de
reconocerse y consolarse a sí misma para no perderse en la locura del dolor
corporal que la consumía.
¿Pies?
Para qué los quiso si tuvo alas para volar.-
Para finales de agosto de 1954 salía de una bronconeumonía aguda, las
órdenes fueron claras: reposo absoluto y tranquilidad, pero Frida nunca supo de
órdenes externas, sino de las que ella misma se daba. El 2 de julio se empeña
en participar en una manifestación antiimperialista en la Plaza Santo Domingo, junto al Zócalo
Mexicano que reúne a quienes se oponían al régimen militar que había tomado el
poder en Guatemala con la complicidad de la CIA.
Frida acuchillada por
treinta y dos operaciones hasta ese momento de su vida, va en silla de ruedas,
lleva en una mano un letrero con una paloma pintada y levanta la otra con el
puño cerrado. Fue su última aparición en público.
Ante el desgaste
evidente de su salud, su círculo más cercano celebra su cumpleaños el 6 de
julio con una reunión en la Casa Azul, cumple 47 años, está rota físicamente y
con el espíritu aún en lucha por mantenerse firme.
Días después, el 12 de
julio a las 11 de la noche la dejaron durmiendo profundamente con un rostro,
según cuentan, sin rastro de dolor, al contrario sereno y abstraído.
Horas después, no se
sabe la hora exacta, el corazón de Frida deja de latir, el 13 de julio a las 6
de la mañana, la encuentran con los ojos abiertos y las manos frías, la paloma
había muerto sola como enfrentó los avatares de su vida.
La
última despedida.-
El cuerpo de Frida
Kahlo fue velado en el Palacio de Bellas Arte de la ciudad de México, bajo una
lluvia inclemente con la que quizá el cielo también la despedía. Su féretro fue
cubierto por una bandera roja adornada con la hoz y el martillo, ante la
polémica una vez más, Frida provocó lo impensable: su gente empieza a entonar La Internacional, himno del comunismo,
su última despedida se había convertido en una manifestación pro comunista no
autorizada frente a representantes oficiales del Estado Mexicano.
Aproximadamente 700
personas se dieron cita al velorio, artistas, actores, intelectuales,
cantantes, políticos, y por supuesto gente común de la cuál Frida disfrutaba
más su compañía.
Su cuerpo fue
incinerado como ella lo pidió y hoy sus cenizas se encuentran en su casa, donde
nació y murió; la Casa Azul de Coyoacan, que tiempo después fue donada al
Estado Mexicano, hoy es el Museo Frida Khalo y en él se puede ver y sentir un
poco de lo que fue ella.
Sólo
muere aquel que no vivió…..-
Voy a cerrar este artículo
con una cita que considero está a la altura de lo que se ha leído hasta aquí en
este escrito: “Por eso la muerte es tan
magnifica, porque no existe, porque sólo muere aquel que no vivió, porque sigue
viviendo quién, después de muerto, produce en los que le continúan, sensaciones
nuevas, anhelos, emociones y deseos….”
Por eso digo una vez
más, Frida no murió, está aquí entre nosotras, las que nos emocionamos al haber
entendido a través de ella que para crear nuestro paraíso debemos explorar
nuestro infierno personal.
*Feminista, Escritora y Politóloga