Ser para los demás
solo cuando puedas,
elegir no serlo
y mientras alternas,
ponerte a bailar.
María Monjas
Por: Anahi Alurralde Molina*
Este escrito constará de dos preguntas, una para ustedes mis lectoras/es
y otra para mí, ambas las voy a contestar en el transcurrir de este tejido de
ideas hechas relato.
La primera es para ustedes ¿Conocen el significado de la
categoría un cuarto propio y de dónde viene?
La segunda es para mí ¿Por
qué hablar del cuarto propio en tiempos de aislamiento obligatorio?
Quizá muchas/os respondieron la primera pregunta y ya perdieron
el interés en este artículo, pero para las/os que no lo hicieron, voy a
responder y para esto debo evocar la historia de una escritora Inglesa que se
llamaba Virginia Woolf, ella se atrevió
a escribir sobre las injusticias intelectuales, políticas y sexuales contra las
mujeres en un tiempo en el que, siquiera pensarlo, era inconcebible.
Entre
todas sus obras, una ha marcado la vida de muchas mujeres, entre ellas, la mía,
hablo de la novela Una Habitación Propia. En ella Virginia inicia planteando una
pregunta: ¿Qué necesitan las mujeres para escribir buenas novelas? La respuesta
la irá plasmando y argumentando a través de la exposición de situaciones
diferentes, en ocasiones inventadas o supuestas, finalmente traza la respuesta fundamental:
“Para escribir novelas, una mujer debe tener
dinero y una habitación propia” haciendo alusión a la independencia
económica e intelectual de las mujeres como paso inminente para su autonomía.
Al pasar de los años, las mujeres de los movimientos feministas,
hicieron suyas las reflexiones de Virginia Woolf y empezaron a deliberar sobre la
importancia del cuarto propio, su impacto en las batallas personales que libran por la condición histórica de género y sus
efectos en las luchas colectivas por la toma de espacios en la vida pública.
Respondida la primera pregunta, voy a responder la segunda que
planteé, que es la más importante para la esencia de este escrito.
¿Por qué hablar del cuarto propio en tiempos de aislamiento
obligatorio?
Para responder la primera les hablé de la Woolf, para
responder esta debo hablarles de mí, pero no les voy a contar toda la historia
de mi vida, (ya habrán otros escritos en los que lo haga), sólo me remontaré a
una decisión que tomé hace un año: Empezar a compartir la vida con mi
compañero, es decir habitar un espacio juntos y acompañarnos en las
cotidianidades del camino.
Esta decisión conllevó monólogos interminables, y preguntas
sin cesar. La que más insomnios generó fue ¿Y ahora dentro de ese espacio en
común, cuál va a ser tu espacio?
Entonces, dentro de las posibilidades materiales procuré
construirlo, y a partir del consentimiento de ambas partes, se determinó que
esa zona sería mi refugio, sin embargo la hemos ido cimentando juntos porque
guarda un poquito de nuestros ajayus e historias.
En todo este año que ha transcurrido, realmente ha sido mi
cuarto propio, donde me refugio para
reencontrarme, para retarme, para crear desde las letras y redescubrir mis
pasiones.
Y ahora se estarán preguntando, ¿Por qué hablar de esto justo
ahora, cuando la humanidad se encuentra confinada, cuando las preocupaciones están
enfocadas en la salud y en los efectos económicos colaterales de la pandemia?
Pues considero inminente hablar de este tema porque es en
estos días de encierro donde he sentido
la urgencia del tiempo para y con una misma, donde me he retado a no romantizar
la cuarentena como un tiempo sólo para amar, y estar juntos las 24 horas del
día, avasallando la subjetividad del otro con la mía.
Y entre esos sentires y esos retos planteados, decidí profundizar
en lo que implica el cuarto propio, teniendo plena conciencia del privilegio de
clase que significa tenerlo, y quiero
aprovecharlo para transmitir mis opiniones sobre la importancia del tiempo con
una misma en estos días de aislamiento.
Para esto voy a recurrir a Marcela Lagarde, una antropóloga mexicana
constructora de teoría feminista. Entre
toda su producción, tiene un ensayo elemental que se llama La Soledad y Desolación, en el que define soledad como: “El
tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios
con nosotras mismas” y explica que la soledad es un espacio necesario para
ejercer los derechos autónomos de la persona y para tener experiencias en las
que no participan de manera directa otras personas.
Nos han enseñado a tenerle miedo a la soledad y a entenderla
de manera negativa, así que quizá les desconcierta que la mencione, pero es
preciso hacerlo.
Vuelvo a Lagarde, que
afirma “La soledad es un recurso
metodológico imprescindible para construir la autonomía. Sin soledad no sólo
nos quedaremos en la precocidad sino que no desarrollamos las habilidades del
yo. Tener momentos temporales de soledad en la vida cotidiana, momentos de
aislamiento en relación con otras personas es fundamental”.
Y ahora se preguntarán ¿Cómo se relacionan estas ideas de Marcela
Lagarde con el cuarto propio, el tiempo
con una misma y los días de aislamiento?
Planteo el tema de la soledad porque pienso que para
enfrentar el miedo que hemos construido hacia ella, tenemos que reparar nuestra
relación con nosotras mismas y para eso necesitamos poner nuestro yo en el
centro para tener experiencias en las
que no participen de manera directa otras personas.
Y cuando el miedo a la soledad empieza a irse, comprendemos el valor
del cuarto propio y la maravilloso del tiempo con y para una misma.
Hablo de esto para que la cuarentena de encierro no permita
que nos perdamos en los otros, sea la pareja,
los hijos/as, los padres o madres, hermanos/as, abuelos/as, etc.
Que el cuidado desde el amor que sentimos por ellas/os no
signifique un abandono de nuestras ideas, de nuestras emociones, de nuestros
miedos, de nuestros sueños, de nuestras pasiones y nuestras esperanzas frente a
lo que vendrá después de esta lección mundial.
Sé que no todas tienen un espacio físico determinado para
hacer su cuarto propio, pero la esencia de este escrito está concentrada en
incitar a que busquen dentro del lugar donde habitan un rinconcito que sea sólo
suyo, para refugiarse en él y volver las veces que sean necesarias.
Regálense tiempo para hacerlo todos los días, aunque sea sólo
5 minutos, ustedes ahí solas, para descansar, para pensarse, para llorar o reír hasta que duela el estómago, para escapar de la presencia de los
otros, para escuchar la canción que a
nadie le gusta, pero a ustedes si, o simplemente para estar en silencio, pero
que sea una cita sólo con ustedes.
Que el encierro no nos permita perdernos.
Que el encierro nos encuentre convencidas de lo que somos o
de lo que queremos ser.
Finalmente, quiero decirles que he escrito todo esto porque voy
descubriendo que escribir, a pesar de todas las negaciones y las
imposibilidades de la escritura, es sobre todo, un acto de afirmación.
Gracias por haberme acompañado en este tejido de afirmación
de ideas.
*Escritora, Feminista y Politóloga