Texto publicado en el Semanario La Época: http://www.la-epoca.com.bo/index.php?opt=front&mod=detalle&id=6873
Por: Anahi
Alurralde Molina*
Ya
hace tiempo que tengo claro que uno de los momentos donde se ejerce uno de los
mayores actos de libertad es aquel donde decides escribir, ese sublime momento dónde eres tú
la dueña de la pluma, eres tú la que crea el guión y dirige la obra, la que
transforma la trama y puede crear distintos epílogos. Justamente así me siento
al empezar este escrito que es fruto de delirantes lecturas, pero sobre todo es
producto de la pasión. Si, la pasión porque voy a hablar de Frida Kahlo, y para
hablar de ella puedes carecer de todo menos de una visión apasionada de la
vida.
Por qué hablar de
Frida
Quizá
muchos se pregunten, pero qué más podría decirse de la mexicana Frida Kahlo, eterno altar al
sufrimiento, la de la pintura surrealista, (un total contrasentido), la mujer
que vivió en perenne sumisión. Aquella cejeñuda que el capitalismo se ha
encargado de folclorizar, de crearle falsos mitos, de comercializarla, reducirla y
banalizarla, por eso hay que hablar de ella, de la Frida de las dualidades, la
del diario y las escrituras, la de los autorretratos, la de las ofrendas, la de
las cartas amorosas, la del gusto por la naturaleza, la militante de izquierda,
la amiga de las buenas causas.
Hay
que hablar de Frida porque a 111 años de su natalicio, su memoria merece que la
desfolcloricemos, que la desmitifiquemos y la entendamos como la Frida de la
que se habla todos los días; en la reunión de amigos, en los círculos
feministas y no feministas, a la salida del cine; la Frida puesta en escena, la
que inspira la imaginación y la simbología de otros artistas, la Frida que
habla de su psique y de su cuerpo, la Frida que enciende el debate, que vivifica
las palabras del crítico, de la biógrafa
o la del cronista, aquella que con su historia exalta los corazones de quienes
la admiran y la odian. Por eso quiero
hablar de la friducha, sobre todo porque como leí alguna vez “Si se le rasca
tantito (qué mejor que con la suficiente agudeza), todas tenemos al menos dos
infinitas Fridas en el interior”.
Frida niña pata de
palo
Magdalena
Carmen Frida Kahlo Calderón, una mezcla hispanomexicana- alemana, la tercera
hija del matrimonio Kahlo- Calderón. Su padre Wilhelm Kahlo alemán, en 1872
decide viajar a México buscando otros horizontes, hispanizó su nombre
llamándose desde ese momento hasta su muerte Guillermo, su madre Matilde
Calderón originaria de Oaxca, fue la mayor de 12 hijos, educada
religiosamente para contraer matrimonio
en el plazo deseable y mantenerlo para
siempre.
¿Por
qué Magdalena Carmen Frida? La historia de su nombre tiene una leyenda singular
que merece ser contada: Su padre insistió en que debería llevar un nombre
alemán, eligió Frieda, que significaba paz,
sin embargo el día del bautizo, el cura al escucharlo quedó absorto y sin
reflexionar mucho expresó: lo lamento,
ese nombre no está en el santoral. Matilde, mujer religiosa devota de la
virgen de la soledad quedó horrorizada; los demonios perseguirían a la pobre
niña si no la bautizaban, no podría escapar del infierno, era impensable.
Hubieron discusiones que finalmente llegaron al acuerdo: aunque con nombres de
santos previamente, llevaría el nombre de Frieda, que al traducirlo tiempo
después quedaría como Frida. La niña salió de esa iglesia bautizada como
Magdalena Carmen Frida, los dos primeros para el bautismo, el tercero para la
vida.
Cuando
Frida hablaba de su niñez alguna vez contó que fue maravillosa, sin embargo
varios relatos revelan lo contrario, pero no nos concentraremos en eso. Su
infancia transcurrió en Coyoacán que en esa época estaba a una hora de la ciudad
de México. Recibió mucho amor y empatía de Guillermo, el hombre de su vida en
su niñez, quien siempre supo que ella
sería especial, Matilde por su lado nunca entendió la vitalidad descomunal de
Frida, nunca fueron amigas, pero se quisieron a su manera.
A
los 7 años le diagnostican poliomielitis después de una caída en Chapultepec, una de las piernas queda más
delgada que la otra, empieza a desarrollar una leve cojera. Los dolores fueron
intensos, alguna vez que habló de esto afirmó: “lo que es seguro es que aquel día el dolor entró en mi cuerpo por
primera vez”.
Empezaron
las burlas, empezó a conocer la crueldad del mundo. En la escuela la llamaban
Frida pata de palo. Carlos Fuentes afirmaría: “México tiene una particular y peculiar capacidad para ejercitar la
malicia, ridicularizando al prójimo
especialmente al baldado, al imperfecto. (Yo aseguro que Bolivia también la
tiene, pero no es el espacio para profundizar en eso).
Este
es uno de los acontecimiento que van a constituir la personalidad de Frida, la
poliomielitis le exigirá adoptar una estrategia de supervivencia, habría que
disimular la cojera llevando unos calcetines muy gruesos para ocultar la
delgadez de las piernas y caminar dando saltitos para parecerse a las demás. Esto
explicaría también más adelante las
largas faldas. Habría que ser más traviesa, divertida, no temer utilizar
palabras groseras, hacer reír, provocar.
Empezaba a darse cuenta de que ella sería especial, que su vida no
transcurriría en el equilibrio normal.
La eufórica
adolescencia y la tragedia
A
los 15 años, Frida era una adolescente sin duda frágil, pero valiente y
voluntariosa, un tanto áspera, con labios sensuales, cejas juntas que remarcan dos
ojos profundamente radiantes, cabellera larga y negra que pronto fue sustituida
por un corte de melena, sin duda no pasaba inadvertida. En 1922 ingresó a la
Escuela Nacional Preparatoria, en ese tiempo pocas mujeres lo lograban, Frida
es una de las treinta y cinco primeras mujeres que estudian ahi entre dos mil
estudiantes. Allí se impregnó del renacimiento cultural a través del cual
muchos jóvenes de su generación, y muchos intelectuales, filósofos, escritores,
músicos y poetas se esforzaron en crear una fisonomía y cultura mexicana.
Frida
formó parte del grupo los “cachuchas” denominado así porque tenían como signo distintivo una gorra
peculiar, eran 9, siete chicos y 2 mujeres. La mayoría al llegar a edad adulta
serían importantes en el mundo intelectual y universitario mexicano. Los
cachuchas reivindicaban un socialismo que quería probarse pasando por el
retorno a las fuentes, se cultivaban leyendo de todo: filosofía, literatura,
poesía extranjera o hispanoamericana, periódicos y manifiestos contemporáneos.
Hay
que destacar a Alejandro Gómez, uno de los cachuchas, quien fue su refugio
afectivo por extensísimo tiempo, si Alejandro fue el primer receptor de las tan
mentadas cartas de amor de Kahlo, antes de aquel muralista del que casi no
hablaremos. Alex, como ella lo llamaba marcará huellas muy importantes en
Frida, será su eterno recuerdo, su añorada evocación, su más dolorosa ausencia.
Las secuelas de su infancia se empezarían a reflejar en esta etapa; Frida tenía
la necesidad desenfrenada de reconocimiento, una inmensa necesidad de amor.
Quizá
Alex es tan importante en la vida de la friducha porque está con él aquel
fatídico 17 de septiembre de 1925, una tarde lluviosa donde ambos arribaron a un primer coche, Frida se bajó; olvidó la sombrilla, y se montan en el
siguiente, esos autobuses modernos, que son más rápidos y espaciosos que los
antiguos tranvías. Minutos después, un trolebús arremete contra el coche que
iban los felices novios, amigos y confidentes, el choque es bestial, el autobús
queda partido en dos.
Las
consecuencias para Frida: Fractura de la tercera y cuarta vértebras lumbares,
tres fracturas de la pelvis, once fracturas en el pie derecho, luxación del
codo izquierdo, herida profunda en el abdomen producida por una barra de hierro
que penetró por la cadera izquierda y salió por la vagina, desgarrando el labio
izquierdo. Gerard de Cortanze afirmaría: Aquella
tarde del 17 de septiembre el cuerpo de Frida Khalo se rompió. El alma encontró
refugio en el rostro, y una nueva forma de expresarse: la pintura.
Jamás pintó sueños,
pintó su propia realidad
La
sensación de ser rechazada, abandonada, ignorada, resurgirá. A partir del
accidente el dolor, el coraje y la presencia de la muerte formarán temas
dominantes en su vida y en su obra.
Su
sueño de estudiar medicina queda atrás, definitivamente todo había cambiado,
pero no tardó mucho en re direccionar el camino con las nuevas características
que el destino le impuso.
Vamos
a volver a Matilde, la madre fría e inestable, porque es ella que sin saberlo
tiene una idea que definió un futuro, le da a Frida la herramienta que le
permitió entender su vida después del
accidente. Manda a fabricar encima de su cama una especie de caballete dotado
de un sistema que permitía a Frida pintar acostada y con un espejo en el cual
se podía ver.
¿Qué
significó esto? Cuando Frida vio su imagen cerró los ojos ya que no podía
volverse en la cama para esquivar el reflejo. Así como alguna vez lo hemos
nosotras, aunque sea una vez en la vida, evitando un rostro o un cuerpo
atormentados por el dolor. En cuanto levantaba los ojos, Frida veía a Frida,
espejo implacable, compañero imprudente, había que hallar un modo de convivir
con él, y su primer paso fue detener la mirada frente a ella y observarse, surco
por surco, los mínimos gestos, aquí nacen los autoretratos que serán parte fundante
de su obra. Hoy podemos decir que éstos pueden verse como autobiográficos, para
conocer a Frida sin duda hay que analizar esos cuadros donde ella se refleja,
se define y cuenta en cada uno un trozo de su vida. Un crítico de arte afirmó: Al contrario de Picasso o Van Goh, ella no
escruta su cara y, al no imponerse ningún experimento formal, se muestra y
expone un personaje que tiene sentido, que sufre, desafiante, que se enfrenta
al espectador y aunque son raras las veces, también se esconde.
Sus decisiones:
reinventarse y resistir
La
pintura le abre un nuevo mundo a Frida, empieza a reinventarse, conoce un
circulo distinto, empieza a militar en el partido comunista, conoce a Tina
Modotti, una conocida fotógrafa social revolucionaria, se hacen íntimas y es un
su casa donde entabla relación con Diego Rivera, claro que sus primeros encuentros se dan años
atrás en la preparatoria, pero no quiero profundizar en Diego ni en las
versiones de su romance, porque este escrito es para hablar de ella.
Rivera
constituyó una parte elemental de su historia, es innegable, ella misma lo dijo; tuvo dos accidentes en su
vida, el primero en el autobús, el segundo fue él y fue el peor. Sin embargo
quiero desmitificar ese cuento de que Frida fue la eterna tonta sumisa,
efectivamente existió lo que hoy llamamos una dependencia emocional enfermiza
que justificó todo por amor, pero por
qué no se habla de las decisiones de autonomía de Frida, como la de ser ella
quién haya propuesto el puente en la casa de San Ángel, esa que hoy es conocida
como Museo Casa estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. Ese puente que para ella
simbolizaba la independencia de su cuarto propio, de su tiempo para pintar,
para crear.
Ella tuvo el suficiente discernimiento crítico para decidir que su
espacio no era negociable y no lo fue. O por qué nunca se menciona que en los
periodos de separación con Diego ella supo mantenerse económicamente y que
nunca se humilló, ni mendigó, que cuando estaba separada de Rivera, fue el
periodo más fecundo de su vida artística, pintaba desde el dolor si, pero
decidía hacerlo y ahí está lo maravilloso, Frida decidía a través de sus obras
parirse a sí misma más de una vez. Y con esto no pretendo invisibilizar la
miseria de Diego como hombre, en lo absoluto, pero es necesario preguntarse ¿cómo
entendió el amor la friducha? después de conocer su historia, sus dolores de
infancia, sus avatares en la adolescencia, el dramático accidente que la rompió
¿podemos juzgar su formar de amar? Yo no me atrevo porque he entendido que todas actuamos en el amor desde las herramientas emocionales
que vamos construyendo, esas que la vida nos da las condiciones de construir,
¿Qué condiciones tuvo Frida?
Frágil como las
alas de una mariposa, ácida como la amargura de la vida
Voy
a finalizar este escrito enfatizando en la necesidad de conocer de Frida, de
entender su obra para comprender su mundo ese universo colorido, frágil y a la
vez de acero que simbolizó para sobrevivir. Hoy quise hablar de ella porque me
ha enseñado que después del desequilibrio una sigue soñando, un poco a pesar
suyo, una se agarra de un salvavidas, de la salvación imaginaria, una está por
ahogarse, pero en la superficie siempre se vislumbrará algo que nos haga
resurgir.