martes, 12 de diciembre de 2017

CRÓNICA DE UN VIERNES DE LUCHA














Por: Anahi Alurralde*

Era viernes 24 de noviembre, La Paz brindaba una tarde soleada, varios grupos de mujeres se divisaban en las puertas de la Universidad Mayor de San Andrés, unas escribían carteles, otras cargaban megáfonos, algunas alistaban bandanas y banderas y otras pintaban el rostro de sus compañeras.

Pasó aproximadamente media hora y todos estos pequeños grupos se aglutinaron en uno solo, poco a poco aparecían más  mujeres, hombres, niños y niñas.  Se armó un conglomerado potente y la marcha #NiUnaMenos arrancó,  a lo lejos se distinguían banderas moradas, carteles con mensajes diversos y el eco de consignas de lucha feminista, a  medida que avanzaban se apoderaban de las calles y la atención de los ciudadanxs.

Se percibía que los sentires eran diversos en la marcha, encabezaban familiares de víctimas de feminicidio y sobrevivientes de violencia, los rostros reflejaban el dolor y la indignación por la impunidad con la que han vuelto a matar a sus hijas, hermanas, sobrinas y nietas, en sus voces se expresaba la rabia que guardan y que ese día  expulsaron sin reparo. Retumbó con fuerza la consigna “Puede ser tu hija, puede ser tu hermana, no queremos ser la próxima mañana” apelando a la indiferencia social que ha naturalizado la violencia y la vejación cruenta de mujeres y niñas.

También se vislumbró el arcoíris de la diversidad que con fuerza y vitalidad alzaron la voz para denunciar el arrebato de sus derechos humanos.

Seguían grupos que decidieron hacer de la alegría su instrumento de interpelación, se veían rostros sonrientes que desde el cuerpo declaraban su repudio ante la violencia patriarcal y machista.

La marcha llegó a instancias simbólicas donde se concentran las injusticas y hechos de impunidad, en voz alta el grito unísono se sintió “Si hay impunidad, hay complicidad”. Los transeúntes se detenían, escuchaban, observaban, algunos preguntaban.

En el recorrido que continuó se vieron aplausos, gente que se sumaba o mujeres que simplemente observaban asintiendo con la cabeza, como quien dice: están haciendo lo que muchas no nos atrevemos.

Con todas estas características y los avatares del tráfico, llegaron al Ministerio de Justicia y ahí se concentró la potencia de todas estas mujeres autoconvocadas desde la independencia y desde la crítica a un sistema que reduce, esclaviza y mata a mujeres y niñas sólo por ser mujeres.

Se escuchó una voz que firmemente empezó a pronunciar los nombres de distintas mujeres, a medida que mencionaba uno, una mujer  se lanzaba al suelo ensangrentada y a su lado se posicionaba un hombre que llevaba el cartel de la vergüenza, anunciaba el nombre del feminicida.

Pocos minutos después la acera del Ministerio de Justicia tenía a más de 50 mujeres tumbadas en el suelo con sangre y a lado con quién les arrebató sus vidas

Cuando se dejó de decir nombres, inmediatamente una a una las mujeres tumbadas en el suelo fueron levantándose con la ayuda de otras que les ayudaban a gritar desde lo más profundo “Si nos tocan a una, nos tocan a todas”

Rostros asustados, ojos con lágrimas y más se detectó al finalizar el performance, y es que la violencia es así ácida, escalofriante y dolorosa.


Después de dar la palabra a familiares, colectivos y sobrevivientes de violencia todo concluyó, la gente se desmovilizó, pero nadie volvió a casa con la misma sensación que salió, nadie olvidará ese viernes que tiñó a La Paz y a Bolivia entera de lucha y de denuncia feminista.

*Feminista y Politóloga