miércoles, 24 de mayo de 2017

Crónica de una noche de cánticos románticos que no salvan vidas









 Por : Anahi Alurralde

¡Si a la vida , no al aborto ¡ ¡Esto no es desfile es marcha por la vida!


Estas fueron las consignas que se escucharon ayer por algunas  calles de la ciudad del Illimani.

Mi rumbo coincidió con el grupo que entonaba a viva voz esas consignas. Entonces me tocó ir caminando con ellos, claro desde la acera y de repente, una señora, de manera muy amable me convocó a sumarme , de la misma manera y con respeto , le respondí: Señora yo defiendo la vida de las mujeres vivas.


Después de lo sucedido, me alejé y aceleré el paso.


¿Quién no valora la vida no la merece?


A medida de que me iba acercando a mi destino final, fui frenando mi ritmo y recordé la respuesta que había vertido minutos antes: Señora yo defiendo la vida de las mujeres vivas

Y me di cuenta que mi respuesta fue incompleta.


Me faltó decirle a la amable Señora, que defender la vida de las mujeres, significa considerarlas seres con libertad de pensamiento y decisión, conciencias libres que no necesitan tutelaje alguno. Y por supuesto significa, respetar las decisiones que ellas puedan tomar en cualquier ámbito de su vida, y sobre todo cuando de su cuerpo y destino se trata.


No alcancé a decirle que defender la vida de estas mujeres con una historicidad y subjetividad construidas es defender que su derecho a decidir no les cueste la vida.  


No logré  añadir  que en las salas clandestinas donde mueren dos mujeres cada día al practicarse un aborto, muchas de ellas muren con rosarios en mano, mueren invocando a un Dios que se olvidó de ellas.


Al volver a casa, una vez más me topé con este grupo de personas, ¿mala suerte, casualidad o destino? No lo sé, sin embargo, aproveché para buscar a la señora y completar mi respuesta, la búsqueda fue fallida, no la encontré, lo que si hallé fue un desfile funesto acompañado de autos y grandes parlantes que sólo repetían una y otra vez frases sueltas y etéreas y sin ningún contenido real.


Me detuve a observar detenidamente y una relativa tranquilidad me invadió. ¿Por qué? Porque más de la mitad de los participantes pertenecían a sectas cristianas, católicas etc.,(no es invento mío, sus carteles los identificaban) En todxs  veía un aire sombrío cual fuera la expresión de quien tiene que estar porque eso toca, ese aglutinamiento de gente no expresaba compromiso, libertad ni conciencia del porqué estaban ahí.


Fui caminando intentando encontrar otras consignas, quizá con más contenido crítico y político, vago e inútil intento el mío, no las hallé, pero si descubrí casi al final de este conglomerado, un auto con música y mucha gente entonando, una canción de alabanza a dios, la cantaban, juro que la cantaban y mientras repetían la letra agarraban entre sus manos carteles que decían: "El que no valora la vida no se la merece"


No puedo negar que por un momento me perturbó, sin embargo cuando ya estaba alejada, muy alejada del tumulto, recordé esos tiempos donde el fanatismo católico, en nombre de la Santa Inquisición  persiguió y quemó mujeres por temor a su sabiduría.


Y me pregunté si este grupo de gente pretende perseguir y quemar mujeres,  por rebelarse a asumir maternidades no deseadas, y claro reeditando los tiempos de dicha inquisición, ¿será que ahora  lo harán en nombre de la vida?


Finalmente llegué a casa, y antes de cambiarme, me miré al espejo y me dije lo que muchas otras mujeres en Bolivia y el mundo entero también tienen claro: Nosotras somos las nietas de todas esas sabias mujeres que no pudieron quemar, y hoy ningún desfile cargado de odio hacia nosotras nos amedrenta, sólo nos recuerda que nuestros derechos no se negocian y que ningún cántico cristiano va a resucitar a todas las que hoy ya no están porque con o sin rosarios en mano murieron en una sala clandestina por  y con el silencio social cómplice y la venia del Estado.


Por todas estas razones, anoche dormí más convencida que nunca que el debate que se ha abierto en torno a este tema y sus variables,  se lo debe afrontar alejados de dogmatismos religiosos, de fanatismos, de poses demagógicas y sobre todo  de ilusorias posturas que nos están enfrentando en nombre de un Dios al que intentan darle voz.


Me pregunto si ese Dios quiere muerte, yo creo no, quiere una vida  digna e integra. Una vida que valga la pena ser vivida.










domingo, 21 de mayo de 2017

Decirle NO a la maternidad también es amor.





Por: Anahi Alurralde Molina             
                      

“Ella si decidió tener al bebé. Ella apostó por el amor. Qué amor más grande y puro.”  Estas fueron las frases que se quedaron rondando en mi cabeza hace algunos días, después de leer un artículo, de esos que le dejan sabor a poco a una. 


En estos tiempos hablar de amor requiere de mucha responsabilidad, amplitud, sabiduría y empatías. Y sobre todo cuando de mujeres se trata. 

¿Por qué?


Porque en nuestra cultura uno de los contenidos de género  fundamentales para las mujeres es aprender a ser seres de y para el amor y a definir nuestra existencia en torno a éste y a sus diversas formas.


Y para analizar este tema hay que revisar al amor en clave muy crítica. La visión feminista ha sido pionera en esto y hoy por hoy las mujeres identificamos mejor los discursos tradicionales en torno al él y a nosotras.


 Amar es el principal deber de las mujeres. ¿Qué debemos hacer las mujeres? Debemos ser seres de amor. Y esto como un mandato cultural, no como una opción  porque es el deber ser que culturalmente se nos ha asignado, el deber ser que socialmente ha sido construido en cada mujer.


Y entre uno de los mandatos culturales más fuertes está el amor maternal y aquí encontramos la explicación o el porqué de tanta lapidación a las mujeres que deciden no obedecer este mandato a cabalidad.


Hablar de maternidad implica hablar del instinto maternal, y en este caso de desmitificarlo y develar que este no existe por vocación natural, a este se lo construye. Si, el instinto maternal es una construcción socio cultural. El mito del instinto maternal interviene en el control social de las mujeres. Este mito dictamina que toda mujer debe, necesita y desea ser madre. Y además, éste también tiene como finalidad, mantener el orden social – heterosexual y desde luego, legitimar la esencia femenina, que supuestamente completa a las mujeres.


La maternidad como discurso dominante.-


En estos tiempos no resulta novedoso ni extraño que  muchas mujeres no desean tener hijos. La maternidad no es concebida por ellas como un propósito vital, ni un plan determinado. Hoy las mujeres empiezan a concebir la maternidad como una pregunta existencial, ¿quiero o no quiero ser madre?


Sin embargo todavía imperan los discursos dominantes sobre la realización materna, a cuántas se nos ha repetido hasta el cansancio las siguientes frases: “Ser madre es la mayor y única realización de la mujer” “Cuando eres madre te sientes realizada”.


Como consecuencia de estos mandatos sociales, las maternidades obligatorias producen extrema vulnerabilidad en las mujeres, en relación a los logros personales, como sujetos deseantes y capaces de producir (más allá de reproducir – se) en ámbitos laborales, educativos, profesionales, etc.


Un No a los demás es el primer Si para una misma


Entonces cuando se relaciona el amor “puro” con la decisión de una mujer por ejercer su maternidad, se reafirma que las mujeres son seres del y para el amor, y yo me pregunto: ¿Y el amor hacia una misma? ¿Decidir conscientemente no ejercer una maternidad no planificada, no es una muestra de amor propio?


Decidir autónoma y soberanamente no ser madre  es una muestra de amor y responsabilidad con una misma. La realización de una mujer puede ser mucho más profunda que circunscribirse en las faenas maternales.


En estos tiempos decirle No a un sistema que nos reduce a incubadoras es decirnos Si a nosotras, a nuestros sueños y ese sí, es un amor puro.