Por : Anahi Alurralde
¡Si
a la vida , no al aborto ¡ ¡Esto no es desfile es marcha por la vida!
Estas
fueron las consignas que se escucharon ayer por algunas calles de la ciudad del Illimani.
Mi
rumbo coincidió con el grupo que entonaba a viva voz esas consignas. Entonces
me tocó ir caminando con ellos, claro desde la acera y de repente, una señora, de manera muy amable me convocó a
sumarme , de la misma manera y con respeto , le respondí: Señora yo defiendo la
vida de las mujeres vivas.
Después
de lo sucedido, me alejé y aceleré el paso.
¿Quién no valora la
vida no la merece?
A
medida de que me iba acercando a mi destino final, fui frenando mi ritmo y recordé la respuesta que había vertido minutos antes: Señora yo defiendo la vida de las mujeres vivas
Y
me di cuenta que mi respuesta fue incompleta.
Me
faltó decirle a la amable Señora, que defender la vida de las mujeres, significa
considerarlas seres con libertad de pensamiento y decisión, conciencias libres que
no necesitan tutelaje alguno. Y por supuesto significa, respetar las decisiones
que ellas puedan tomar en cualquier ámbito de su vida, y sobre todo cuando de
su cuerpo y destino se trata.
No
alcancé a decirle que defender la vida de estas mujeres con una historicidad y
subjetividad construidas es defender que su derecho a decidir no les cueste la
vida.
No
logré añadir que en las salas clandestinas donde mueren dos
mujeres cada día al practicarse un aborto, muchas de ellas muren con rosarios
en mano, mueren invocando a un Dios que se olvidó de ellas.
Al
volver a casa, una vez más me topé con este grupo de personas, ¿mala suerte,
casualidad o destino? No lo sé, sin embargo, aproveché para buscar a la señora
y completar mi respuesta, la búsqueda fue fallida, no la encontré, lo que si
hallé fue un desfile funesto acompañado de autos y grandes parlantes que sólo
repetían una y otra vez frases sueltas y etéreas y sin ningún contenido real.
Me
detuve a observar detenidamente y una relativa tranquilidad me invadió. ¿Por
qué? Porque más de la mitad de los participantes pertenecían a sectas
cristianas, católicas etc.,(no es invento mío, sus carteles los identificaban)
En todxs veía un aire sombrío cual fuera
la expresión de quien tiene que estar porque eso toca, ese aglutinamiento
de gente no expresaba compromiso, libertad ni conciencia del porqué estaban ahí.
Fui
caminando intentando encontrar otras consignas, quizá con más contenido crítico
y político, vago e inútil intento el mío, no las hallé, pero si descubrí casi
al final de este conglomerado, un auto con música y mucha gente entonando, una canción
de alabanza a dios, la cantaban, juro que la cantaban y mientras repetían la
letra agarraban entre sus manos carteles que decían: "El que no valora la vida
no se la merece"
No
puedo negar que por un momento me perturbó, sin embargo cuando ya estaba alejada,
muy alejada del tumulto, recordé esos tiempos donde el fanatismo católico, en
nombre de la Santa Inquisición persiguió
y quemó mujeres por temor a su sabiduría.
Y
me pregunté si este grupo de gente pretende perseguir y quemar mujeres, por rebelarse a asumir maternidades no
deseadas, y claro reeditando los tiempos de dicha inquisición, ¿será que ahora lo harán en nombre de la vida?
Finalmente
llegué a casa, y antes de cambiarme, me miré al espejo y me dije lo que muchas
otras mujeres en Bolivia y el mundo entero también tienen claro: Nosotras somos
las nietas de todas esas sabias mujeres que no pudieron quemar, y hoy ningún desfile
cargado de odio hacia nosotras nos amedrenta, sólo nos recuerda que nuestros
derechos no se negocian y que ningún cántico cristiano va a resucitar a todas
las que hoy ya no están porque con o sin rosarios en mano murieron en una sala
clandestina por y con el silencio social
cómplice y la venia del Estado.
Por
todas estas razones, anoche dormí más convencida que nunca que el debate que se
ha abierto en torno a este tema y sus variables, se lo debe afrontar alejados de dogmatismos
religiosos, de fanatismos, de poses demagógicas y sobre todo de ilusorias posturas que nos están enfrentando
en nombre de un Dios al que intentan darle voz.
Me
pregunto si ese Dios quiere muerte, yo creo no, quiere una vida digna e integra. Una vida que valga la pena
ser vivida.