Foto tomada en el evento cultural "Entre ceja y ceja: Un encuentro Íntimo con Frida", La Paz, Bolivia, Agosto 2019. Carta a Frida por Anahi Alurralde Molina. Fotógrafa Nikky Vargas |
Por: Anahi Alurralde Molina*
Magdalena Carmen Frida Kahlo
Calderon, hoy quiero invocarte y hablarte para recordarte como devoraste la
vida, cómo creaste un universo pictórico cargado de colores y simbología, frágil y a la vez de acero, porque ninguna
otra mujer en la historia se mostró tan sensoria frente al mundo, el no parar
de sentir fue tu mayor gloria y tu mayor desliz a la vez.
Y si ya estás por aquí,
escuchándome te preguntarás ¿Por qué te llamo por tu nombre completo? Porque la
historia de tus nombres definen las primeras polémicas en tu vida.
¿Lo recuerdas?
Tu nombre tiene una leyenda que merece ser
contada: Tu padre, Guillermo Khalo insistió en que deberías llevar un nombre
alemán, eligió Frieda, que significaba paz, sin embargo el día de tu bautizo,
el cura al escucharlo quedó absorto y sin reflexionar mucho expresó: Lo lamento, ese nombre no está en el
santoral. Tu madre, Matilde Calderon, mujer religiosa quedó horrorizada;
los demonios te perseguirían si no te bautizaban, después de una intensa
discusión frente a esa pila bautismal, finalmente
llegaron al acuerdo: aunque con nombres de santas previamente, llevarías el
nombre de Frieda, que al traducirlo tiempo después quedó como Frida.
Saliste de
esa iglesia bautizada como Magdalena
Carmen Frida, los dos primeros fueron para el bautismo, el tercero fue para la vida.
Me pregunto en este momento si al
evocar la historia de tu nacimiento, volviste a tu niñez, esa que tú te
empeñaste por describir como maravillosa, sin embargo, sabemos Frida, que a los
7 años te diagnostican poliomielitis después de una caída en Chapultepec, una de tus
piernas queda más delgada que la otra, empiezas a desarrollar una leve
cojera. Los dolores fueron intensos, alguna vez que hablaste de esto; contaste:
“Lo que es seguro es que aquel día el
dolor entró en mi cuerpo por primera vez”. ¿Te recuerdas?
Empezaron las burlas, empezaste a
conocer la crueldad del mundo. En la escuela te llamaban Frida pata de palo.
Carlos Fuentes, un autor mexicano como tú,
al que tu existencia
inspira; afirmó alguna vez: “México tiene una particular y peculiar
capacidad para ejercitar la malicia,
ridicularizando al prójimo especialmente al baldado, al imperfecto.
Yo te aseguro que Bolivia también la
tiene y yo también la he sentido.
Después de este episodio,
empezaste a constituir tu personalidad, la poliomielitis te exigió adoptar una
estrategia de supervivencia, habría que disimular la cojera llevando unos
calcetines muy gruesos para ocultar la delgadez de las piernas y caminar dando
saltitos para parecerte a las demás. Esto explica también más adelante las largas faldas ¿no? Aprendiste que ser más traviesa, divertida, osada y
grosera, era la única forma de coexistir siendo diferente en un mundo que odia
la abyecta diferencia.
¿Recuerdas a tu amiga imaginaria?
con la que hablabas en el patio de tu casa y le contabas tus tristezas y
alegrías, a la que buscabas a través de los espejos y con la que una vez
conectada alcanzaste tus primeros niveles de abstracción. Esa fue tu niñez, un
vaivén de emociones y de dolores.
Pero hablemos de tu adolescencia,
tu etapa sublime...
En 1922 ingresaste a la Escuela
Nacional Preparatoria, en ese tiempo pocas mujeres lo lograban, fuiste una de
las treinta y cinco primeras mujeres que estudiaron ahí entre dos mil
estudiantes. Allí te impregnaste del renacimiento cultural mexicano, fuiste parte del grupo los “cachuchas” ¿Te acuerdas? Los llamaban así porque tenían como signo distintivo una gorra peculiar.
Fue ahí que empezaste a reivindicar el socialismo,
empezaste a cultivarte leyendo de todo: filosofía, literatura, poesía
extranjera e hispanoamericana, periódicos y manifiestos contemporáneos.
Seguramente estás estremeciéndote
recordando esa etapa porque fue en ella en la que aprendiste a amar, ¿te dice
algo el nombre de Alejandro Gómez? tu refugio afectivo por mucho tiempo, el que fue el primer receptor de tus tan mentadas
cartas de amor.
Aquel que compartió y celebró tú la vitalidad descomunal, con el que estabas el
día que cambió todo…
Si Friducha, hablo de la
tarde de aquel de 17 de Septiembre de 1925, tarde lluviosa donde ambos
arribaron a un coche de los modernos para la época, al que un trolebús
arremetió brutalmente, el choque fue bestial, el autobús quedó partido en dos.
¿Las consecuencias para ti?
Por
supuesto que las conoces, porque las sentiste una a una: Fractura de la tercera
y cuarta vértebras lumbares, tres fracturas de la pelvis, once fracturas en el
pie derecho, luxación del codo izquierdo, herida profunda en el abdomen
producida por una barra de hierro que penetró por la cadera izquierda y salió
por la vagina, desgarrando el labio izquierdo.
Tu cuerpo se rompió, el alma
encontró refugio en el rostro y una nueva forma de expresarse; la pintura. Y es que sabemos que el cuerpo es el templo
del alma, el rostro es el templo del cuerpo y cuando el cuerpo se rompe, el
alma no posee más altar que el de un rostro.
La sensación de ser rechazada,
abandonada, ignorada, resurgió, ¿verdad? Después del accidente el dolor, el
coraje y la presencia de la muerte formaron temas dominantes en tu vida y en tu
obra.
Tu sueño de estudiar medicina
quedó atrás, todo había cambiado, pero no tardaste mucho en re direccionar el
camino con las nuevas condiciones que el destino te impuso.
Y aquí debemos volver a tu madre,
porque seguro tienes presente que Matilde tuvo la idea que definió un futuro,
sin saberlo te dio la herramienta que te permitió entender tu vida después del accidente. Mandó
a fabricar encima de tu cama una especie de caballete dotado de un sistema que
te permitía pintar acostada y con un espejo en el cual te podías ver.
Como me gustaría que me cuentes
que significó eso para ti, imagino que
cuando viste tu imagen cerraste los ojos ya que no podías dar vuelta en la cama para esquivar el reflejo. Así como
alguna vez lo hecho yo y otras mujeres más de una vez en la vida, evadir el
reflejo para evitar un rostro o un cuerpo atormentados por el dolor.
Sin embargo en este proceso la
pintura te abrió un nuevo mundo, empiezas
a reinventarte, conoces un circulo distinto, emprendes la militancia en el
partido comunista, conoces a Tina Modotti, una conocida fotógrafa social
revolucionaria, se hacen íntimas amigas y cómplices. Y así fue pasando el
tiempo y tu sabiduría iba en aumento mientras tu arte maduró y se profundizó.
¿Sabes no? Fuiste la primera mujer en la historia del arte que
ha expresado con franqueza inquebrantable y tranquilamente feroz los hechos
particulares que conciernen exclusivamente el ser mujer. Desafiaste los roles de género, poco a poco ganaste poco
a poco, uno de los lugares más importantes en la historia de México y del mundo del arte.
Y quizá esta regresión a tu vida, a través de
mi ya te ha cansado,
puedo imaginar tu mirada cejeñuda
desafiante preguntándote, ¿Qué más dirá?
Te respondo…
Viene la evocación a tus obras y
su legado, quiero que sepas que todas
ellas nos dejaron mensajes sobre la
belleza y la amargura de la vida, sobre lo tormentoso del desamor y lo mágico
de amar y amarse, sobre la deconstrucción de la que tanto se habla hoy, porque desde
el dolor decidiste parirte a ti misma las veces que fueron necesarias mediante
cada una de tus obras. A través de ellas
pudimos conocerte, porque ante todo tu obra fue una radiografía de tu alma.
Y puedo asegurar que al mencionar
la grandeza de tu legado artístico te remontaste al año 1953.
Con la salud física deteriorada y
el alma un poco perforada, después de 31 operaciones, de usar 28 corsés
ortopédicos unos de acero y otros de cuero, todos igual de dolorosos, después
de todo esto, definitivamente el combate
entre tus ganas por vivir y tu cuerpo lisiado continuó siendo desigual.
Entre ese infierno corporal, en
abril de ese mismo año llegó una noticia que aplacó cualquier dolor: tu obra
por fin se expondría en México, Lola Alvarez, gran amiga tuya organizó una Retrospectiva
de tus obras en la Galería de Arte Contemporáneo. Varios biógrafas/os tuyos
cuentan que estabas loca de alegría, que estabas omnipresente y renacida. Muestas
de ello fue que escribiste a mano las tarjetas de invitaciones, con un texto en
forma de poema:
“Estas pinturas las pinté con mis
propias manos y esperan en los muros dar placer a mis hermanos”
Tu cuerpo de Judas como tú lo
bautizaste, te traicionó otra vez, seguro recuerdas como empeoró tu estado
físico antes de la exposición, tajantemente te prohibieron asistir, pero ¿Quién
podía darle órdenes tajantes a Frida Kahlo?
Fuiste y lo hiciste con esa
mística tan tuya…
Recostada en una cama con baldaquín,
pintada de colores , decorada con esqueletos de papel y provista de un pequeño
espejo en el cual no dejabas de mirarte, eso fue lo mágico de ti; nunca dejaste
de estar contigo. Esa tarde la felicidad te desbordaba por tus negros profundos,
cuentan que hablaste muy poco, casi nada, quizá como muchos dicen, esa tarde te
empezabas a despedir de la vida.
Y la despida se mostró
implacable, tiempo después de la exposición tu pierna derecha fue afectada
gravemente por la grangena, así llegó la
inevitable y última operación: la
amputación de mitad de la pierna, jamás te recuperaste de ese nuevo estacazo de
la vida.
Bueno, quizá no querías recordar
nada de esto, lo hice porque en todo lo relatado se encuentran las maneras en
las que honraste tu existencia, a ti no te bastó nacer humanda, Frida,
aprendiste a serlo.
Y ahora te preguntarás ¿Por qué
quise hablarte?
Lo hice porque a partir de la
historia de tu vida he aprendido a conocerme y descifrarme y en ese proceso he
comprendido que tu memoria merece ser desfolcrorizada y que mejor manera de
hacerlo que volver a ti, a la Frida de las dualidades, de la que se habla todos
los días; en la reunión de amigas, en los círculos feministas y no feministas,
la Frida puesta en escena, la que inspira la imaginación y la simbología de
otros artistas, la Frida que habla de su pisque y de su cuerpo, la Frida que
enciende el debate, la que vivifica las palabras del crítico, de la biógrafa o
la del cronista, esa Frida que con su historia exalta las emociones de quienes
la admiran y de quienes la odian.
Por eso quise hablarte, porque tú
me enseñaste que todas tenemos dos infinitas Fridas en el interior.
¿Sabes? En realidad para mí no te
fuiste, tu legado te mantiene aquí con nosotras, ya lo decías tú:
“Por eso la muerte es tan magnifica porque no existe, porque sólo muere
aquel que no vivió, porque sigue viviendo quién después de muerto produce en
los que le continúan sensaciones nuevas, anhelos, emociones y deseos”
Si, Friducha, tú sigues viviendo
porque provocas en muchas mujeres esa emoción de entender, a través de ti, que
para crear nuestro paraíso debemos explorar nuestro infierno personal.
*Escritora,
feminista y cientista política