lunes, 13 de julio de 2020

CARTA A FRIDA KAHLO




Foto tomada en el evento cultural "Entre ceja y ceja: Un encuentro Íntimo con Frida", La Paz, Bolivia, Agosto 2019. Carta a Frida por Anahi Alurralde Molina. Fotógrafa Nikky Vargas


Por: Anahi Alurralde Molina*

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderon, hoy quiero invocarte y hablarte para recordarte como devoraste la vida, cómo creaste un universo pictórico cargado  de colores y simbología,  frágil y a la vez de acero, porque ninguna otra mujer en la historia se mostró tan sensoria frente al mundo, el no parar de sentir fue tu mayor gloria y tu mayor desliz a la vez.


Y si ya estás por aquí, escuchándome te preguntarás ¿Por qué te llamo por tu nombre completo? Porque la historia de tus nombres definen las primeras polémicas en tu vida. 


¿Lo recuerdas?


 Tu nombre tiene una leyenda que merece ser contada: Tu padre, Guillermo Khalo insistió en que deberías llevar un nombre alemán, eligió Frieda, que significaba paz, sin embargo el día de tu bautizo, el cura al escucharlo quedó absorto y sin reflexionar mucho expresó: Lo lamento, ese nombre no está en el santoral. Tu madre, Matilde Calderon, mujer religiosa quedó horrorizada; los demonios  te perseguirían si  no te bautizaban, después de una intensa discusión frente a esa pila bautismal,  finalmente llegaron al acuerdo: aunque con nombres de santas previamente, llevarías el nombre de Frieda, que al traducirlo tiempo después quedó como Frida. 

Saliste de esa  iglesia bautizada como Magdalena Carmen Frida, los dos primeros fueron para el bautismo, el tercero fue  para la vida.


Me pregunto en este momento si al evocar la historia de tu nacimiento, volviste a tu niñez, esa que tú te empeñaste por describir como maravillosa, sin embargo, sabemos Frida, que a los 7 años te diagnostican poliomielitis después de una caída  en Chapultepec, una de  tus  piernas queda más delgada que la otra, empiezas a desarrollar una leve cojera. Los dolores fueron intensos, alguna vez que hablaste de esto; contaste: “Lo que es seguro es que aquel día el dolor entró en mi cuerpo por primera vez”. ¿Te recuerdas?


Empezaron las burlas, empezaste a conocer la crueldad del mundo. En la escuela te llamaban Frida pata de palo. Carlos Fuentes, un autor mexicano como tú,  al que tu existencia  inspira;   afirmó alguna vez: “México tiene una particular y peculiar capacidad para ejercitar la malicia,  ridicularizando al prójimo especialmente al baldado, al imperfecto. Yo  te aseguro que Bolivia también la tiene y yo también la he sentido. 


Después de este episodio, empezaste a constituir tu personalidad, la poliomielitis te exigió adoptar una estrategia de supervivencia, habría que disimular la cojera llevando unos calcetines muy gruesos para ocultar la delgadez de las piernas y caminar dando saltitos para parecerte a las demás. Esto explica también  más adelante las largas faldas ¿no?  Aprendiste  que ser más traviesa, divertida, osada y grosera, era la única forma de coexistir siendo diferente en un mundo que odia la abyecta diferencia. 


¿Recuerdas a tu amiga imaginaria? con la que hablabas en el patio de tu casa y le contabas tus tristezas y alegrías, a la que buscabas a través de los espejos y con la que una vez conectada alcanzaste tus primeros niveles de abstracción. Esa fue tu niñez, un vaivén de emociones y de dolores.


Pero hablemos de tu adolescencia, tu etapa sublime...


En 1922 ingresaste a la Escuela Nacional Preparatoria, en ese tiempo pocas mujeres lo lograban, fuiste una de las treinta y cinco primeras mujeres que estudiaron ahí entre dos mil estudiantes. Allí te impregnaste del renacimiento cultural mexicano, fuiste  parte del grupo los “cachuchas”  ¿Te acuerdas? Los llamaban así porque  tenían como signo distintivo una gorra peculiar. Fue ahí que empezaste a  reivindicar el socialismo, empezaste a cultivarte leyendo de todo: filosofía, literatura, poesía extranjera e hispanoamericana, periódicos y manifiestos contemporáneos.


Seguramente estás estremeciéndote recordando esa etapa porque fue en ella en la que aprendiste a amar, ¿te dice algo el nombre de Alejandro Gómez? tu refugio afectivo por mucho tiempo, el  que fue el primer receptor de tus tan mentadas cartas de amor. 


Aquel que compartió y celebró tú  la vitalidad descomunal, con el que estabas el día que cambió todo…

Si Friducha, hablo de la tarde de aquel de 17 de Septiembre de 1925, tarde lluviosa donde   ambos  arribaron a un coche de los modernos para la época, al que un trolebús arremetió brutalmente, el choque fue bestial, el autobús quedó partido en dos.


¿Las consecuencias para ti? 
Por supuesto que las conoces, porque las sentiste una a una: Fractura de la tercera y cuarta vértebras lumbares, tres fracturas de la pelvis, once fracturas en el pie derecho, luxación del codo izquierdo, herida profunda en el abdomen producida por una barra de hierro que penetró por la cadera izquierda y salió por la vagina, desgarrando el labio izquierdo. 


Tu cuerpo se rompió, el alma encontró refugio en el rostro y una nueva forma de expresarse; la pintura.  Y es que sabemos que el cuerpo es el templo del alma, el rostro es el templo del cuerpo y cuando el cuerpo se rompe, el alma no posee más altar que el de un rostro. 


La sensación de ser rechazada, abandonada, ignorada, resurgió, ¿verdad? Después del accidente el dolor, el coraje y la presencia de la muerte formaron temas dominantes en tu vida y en tu obra. 


Tu sueño de estudiar medicina quedó atrás, todo había cambiado, pero no tardaste mucho en re direccionar el camino con las nuevas condiciones que el destino te impuso.


Y aquí debemos volver a tu madre, porque seguro tienes presente que Matilde tuvo la idea que definió un futuro, sin saberlo te dio la herramienta que te permitió  entender tu vida después del accidente. Mandó a fabricar encima de tu cama una especie de caballete dotado de un sistema que te permitía pintar acostada y con un espejo en el cual te podías ver. 


Como me gustaría que me cuentes que significó eso para ti, imagino  que cuando viste tu imagen cerraste los ojos ya que no podías dar vuelta  en la cama para esquivar el reflejo. Así como alguna vez lo hecho yo y otras mujeres más de una vez en la vida, evadir el reflejo para evitar un rostro o un cuerpo atormentados por el dolor.


Sin embargo en este proceso la pintura te abrió un nuevo mundo,  empiezas a reinventarte, conoces un circulo distinto, emprendes la militancia en el partido comunista, conoces a Tina Modotti, una conocida fotógrafa social revolucionaria, se hacen íntimas amigas y cómplices. Y así fue pasando el tiempo y tu sabiduría iba en aumento mientras tu arte maduró y se profundizó.

¿Sabes no? Fuiste  la primera mujer en la historia del arte que ha expresado con franqueza inquebrantable y tranquilamente feroz los hechos particulares que conciernen exclusivamente el ser mujer. Desafiaste  los roles de género, poco a poco ganaste poco a poco, uno de los lugares más importantes en la historia de México y  del mundo del arte.


 Y quizá esta regresión a tu vida, a través de mi ya te ha cansado,

puedo imaginar tu mirada cejeñuda desafiante preguntándote, ¿Qué más dirá?

Te respondo…


Viene la evocación a tus obras y su legado, quiero que sepas  que todas ellas nos dejaron  mensajes sobre la belleza y la amargura de la vida, sobre lo tormentoso del desamor y lo mágico de amar y amarse, sobre la deconstrucción de la que tanto se habla hoy, porque desde el dolor decidiste parirte a ti misma las veces que fueron necesarias mediante cada una de tus obras.  A través de ellas pudimos conocerte, porque ante todo tu obra fue una radiografía de tu alma.


Y puedo asegurar que al mencionar la grandeza de tu legado artístico te remontaste al año 1953.

Con la salud física deteriorada y el alma un poco perforada, después de 31 operaciones, de usar 28 corsés ortopédicos unos de acero y otros de cuero, todos igual de dolorosos, después de todo esto,  definitivamente el combate entre tus ganas por vivir y tu cuerpo lisiado continuó  siendo desigual. 


Entre ese infierno corporal, en abril de ese mismo año llegó una noticia que aplacó cualquier dolor: tu obra por fin se expondría en México, Lola Alvarez, gran amiga tuya organizó una Retrospectiva de tus obras en la Galería de Arte Contemporáneo. Varios biógrafas/os tuyos cuentan que estabas loca de alegría, que estabas omnipresente y renacida. Muestas de ello fue que escribiste a mano las tarjetas de invitaciones, con un texto en forma de poema:

“Estas pinturas las pinté con mis propias manos y esperan en los muros dar placer a mis hermanos”


Tu cuerpo de Judas como tú lo bautizaste, te traicionó otra vez, seguro recuerdas como empeoró tu estado físico antes de la exposición, tajantemente te prohibieron asistir, pero ¿Quién podía darle órdenes tajantes a Frida Kahlo? 


Fuiste y lo hiciste con esa mística tan tuya…

Recostada en una cama con baldaquín, pintada de colores , decorada con esqueletos de papel y provista de un pequeño espejo en el cual no dejabas de mirarte, eso fue lo mágico de ti; nunca dejaste de estar contigo. Esa tarde la felicidad te desbordaba por tus negros profundos, cuentan que hablaste muy poco, casi nada, quizá como muchos dicen, esa tarde te empezabas a despedir de la vida. 


Y la despida se mostró implacable, tiempo después de la exposición tu pierna derecha fue afectada gravemente por la grangena, así  llegó la inevitable y última operación:  la amputación de mitad de la pierna, jamás te recuperaste de ese nuevo estacazo de la vida. 


Bueno, quizá no querías recordar nada de esto, lo hice porque en todo lo relatado se encuentran las maneras en las que honraste tu existencia, a ti no te bastó nacer humanda, Frida, aprendiste a serlo. 


Y ahora te preguntarás ¿Por qué quise hablarte?

Lo hice porque a partir de la historia de tu vida he aprendido a conocerme y descifrarme y en ese proceso he comprendido que tu memoria merece ser desfolcrorizada y que mejor manera de hacerlo que volver a ti, a la Frida de las dualidades, de la que se habla todos los días; en la reunión de amigas, en los círculos feministas y no feministas, la Frida puesta en escena, la que inspira la imaginación y la simbología de otros artistas, la Frida que habla de su pisque y de su cuerpo, la Frida que enciende el debate, la que vivifica las palabras del crítico, de la biógrafa o la del cronista, esa Frida que con su historia exalta las emociones de quienes la admiran y de quienes la odian. 


Por eso quise hablarte, porque tú me enseñaste que todas tenemos dos infinitas Fridas en el interior.

¿Sabes? En realidad para mí no te fuiste, tu legado te mantiene aquí con nosotras, ya lo decías tú: 


Por eso la muerte es tan magnifica porque no existe, porque sólo muere aquel que no vivió, porque sigue viviendo quién después de muerto produce en los que le continúan sensaciones nuevas, anhelos, emociones y deseos”
 

Si, Friducha, tú sigues viviendo porque provocas en muchas mujeres esa emoción de entender, a través de ti, que para crear nuestro paraíso debemos explorar nuestro infierno personal.

*Escritora, feminista y cientista política

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