Por: Anahi Alurralde Molina
Era viernes y llovía, el ruido estruendoso de la caldera
no permitía que Ximena y Camila se escuchen claramente.
Habían decidido regalarse todo la tarde y noche sólo para
ellas porque fueron muchos meses de distancias involuntarias.
- ¿Y cómo va el
activismo y esas odiseas? – pregunta Camila, mientras retira la caldera de la
hornilla.
-¿Odiseas? Responde un tanto azorada Ximena, mientras pone la mesa
-Y bueno, al final
tienes razón, en un país indolente ante las violencias, luchar es toda una
odisea.
Ximena y Camila son amigas de colegio, se conocen ya 25
años. Han crecido de la mano, juntas han aprendido lo ácido y dulce de la vida.
Se han conocido y reconocido más de una vez. Después de
tantos años de experiencias compartidas, ambas conocen las debilidades y
fortalezas, una de la otra. Y una de las fortalezas de su amistad es la diferencia, si, Ximena y Camila
siempre fueron muy distintas.
Una siempre arraigada a las tradiciones, mientras que la
otra siempre escapaba de ellas.
Una de ellas con el sueño de formar una familia para ser
feliz, la otra inventando nuevas formas de ser y estar en el mundo. En realidad
en esas diferencias se ha basado la razón de ser de sus afectos.
Ya estaba todo listo, se sientan y se disponen a empezar una
charla de esas con vaivenes y pausas necesarias. Camila, mientras sirve su
café, inicia:
-Sé que no te
gustará, hermana pero yo a veces ya no entiendo para qué tanto bochinche
si mucha ya pensamos que la igualdad
existe y que si comparamos con décadas pasadas, ahora nosotras somos
privilegiadas.
Ximena, mientras da el primer bocado a su tan esperada torta
de chocolate, mira a Camila y piensa muy bien lo que va a decir
- ¡Ay hermana!
Hablar de la igualdad puede llevarnos horas y horas, pero sabes que
tengo claro? Que la igualdad hoy es una consigna insuficiente.
- ¿Por qué?
arremete, Camila
- Porque nos siguen matando sólo por ser mujeres, Cami
El tono de voz de Ximena intimida un poco a su compañera y
se siente un silencio molestoso. No es la primera vez que abordan estos temas,
ya están acostumbradas a esos silencios y Camila ya sabe cómo interrumpirlos.
-Que deliciosa está la
torta que te compre, no? Yo sé que deliras por lo dulce, específicamente
por el chocolate, dice entusiasta Camila.
Ximena se sonríe pícaramente
y responde:
- ¡Verdad, hermana! Sólo tú conoces a cabalidad estos vicios
míos. Está deliciosa.
Camila siente ansia de seguir hablando del tema que quedó
pendiente, porque ese viernes siente que ha dejado de entender lo que implica
el ser mujer. Quiere hablar, necesita hacerlo. Entonces retoma:
- He escuchado que en lo que va del año han muerto como 20
mujeres aproximadamente, no? Yo no
entiendo tanta violencia.
Ximena contesta inmediatamente:
-No se murieron, a esas mujeres las han matado. Hombres que
un día dijeron amarlas fueron los que acaban con su vida, con sus sueños, con
su historia.
-Claro, yo sé . Ya
hemos hablado de este tema, es feminicidio no?, responde Camila, mientras se
dispone a servir su segunda taza de café y después continúa:
- Y por qué creen que
pasa todo eso, hermana. Por qué la crueldad y el ensañamiento con esas mujeres?
Ximena respira hondo antes de responder, inhala, exhala y
lanza la respuesta contundente:
-El ensañamiento es con todas, Cami. Es la respuesta
violenta de un sistema ante la mínima señal de autonomía de las mujeres. Las
víctimas fueron ellas, pero el mensaje es para todas.
Camila no puede evitar los gestos de susto en su cara y con
una voz quebrantada, responde:
- ¡Ay! Así como lo dices, hasta da miedo ser mujer.
Empieza a anochecer y deciden trasladarse al escritorio de
Ximena, cogen las tazas, los platillos con toda la repostería que aún sobra y
emprenden el traslado.
Ese escritorio se ha convertido en el espacio de creación y
de complicidad consigo misma para Ximena, en él se encuentra gran parte de su
historia.
- ¿Nuevos cuadros y fotos actuales, no? exclama, Camila con sorpresa y mucho agrado.
Ximena mientras acomoda las cosas del té en su mesa redonda
de madera, responde:
-Si, si he renovado muchas cosas, ya sabes, para mi toda
renovación del escritorio simboliza una renovación interna. En esas he estado
en el último tiempo.
-La última de sus acciones fue para el día internacional de
la mujer, no? pregunta Camila después de haberse acomodado en el sofá junto a
su taza de café.
Ximena mientras corta un pedazo más de torta y se acomoda en
el piso como acostumbra, responde:
-Si hermana, fue una movida internacional, como 60 países
organizados por la rabia hicimos fuerza. Ha sido histórico, después de muchos
años el 8 de marzo que no sólo es el día de la mujer, sino de la mujer
trabajadora, ha demostrado la potencia de las mujeres organizadas.
-Si, si vi en noticias y en las redes sociales cundían las
fotos y comunicados. Entonces las cosas no están tan mal, no? Todas las mujeres
a nivel internacional salieron a las calles sin problemas.
De la sonrisa que mostraba el rostro de Ximena al recordar
las acciones del 8 de marzo, de repente el rostro se apaga y luce sombrío. Y
con un tono de voz apagado, contesta:
-Cami, sabes que
pasó ese mismo 8 de marzo en Guatemala?
- No, no supe nada. Acciones diferentes? O qué pasó,
responde sorprendida Camila.
- Ese miércoles 8 de marzo, mientras en muchos países se
entonaba “Somos las nietas de las brujas que no lograron quemar” En Guatemala,
si pudieron quemar a 42 niñas, ellas no gozarán de nietas que entonen lo mismo
que nosotras pudimos cantar ese día. Esas niñas, Cami, se organizaron para
denunciar malos tratos, falta de
comida, abusos, violaciones sexuales, intentos de suicidio, e indiferencia de
la sociedad ante un albergue abandonado por el Estado y plagado de miseria humana de sus
funcionarios.
¿Cuál fue el precio que pagaron por organizarse y denunciar?
Morir calcinadas. Ese fue el precio de reclamar que querían soñar en libertad como las demás niñas en el mundo.
Camila deja la taza
de café en la mesa y mira al piso, desconoce que se dice ante estos casos. ¿Qué
se puede decir ante semejante brutalidad?
¿Preguntar más detalles? No, definitivamente no, se dice Camila a sí
misma. Y con voz tibia expresa:
-Me has dejado atónita. No sé qué responder, momentos atrás te decía que al
escucharte hasta me daba miedo ser mujer. Ahora lo confirmo, creo que nacer
mujer significa resistir.
Con esa última frase, Ximena recuerda los feminicidios a
diario, recuerda a Fabiola, a Ely, a María Isabel, y muchas más que hoy ya no
están. Recuerda a la niña de 11 años que fue violada por su cuñado en Santa
cruz y que hace días tuvo que parir un bebé producto de esa crueldad cometida
sobre su cuerpecito. También se le viene
a la mente la joven alteña, que denunció por acoso sexual a un diplomático de
la Embajada de Panamá,” hasta llegó a tocarme partes del cuerpo”, declaró la
víctima. Así literal lo recuerda.Intenta no rememorar nada más, emocionalmente
le pega muy duro a Ximena, porque es muy denso el historial de todos los tipos
de violencia que se ejercen contra las mujeres a diario.
Después de que el nudo en la garganta pasará, contesta:
- Por eso hemos decidido que luchar debe ser nuestro verbo.
Camila opta por cambiar de tema, a ese que le ha hecho mucho
ruido, los últimos días.
-Oye hermana, y respecto a ese tema que ha desatado tanto
debate, lo del aborto, sé tu posición, pero que emociones te ha generado,
porque en lo que me concierne he sentido de todo.
-¡Uy hermana! Ese tema que tantas cosas ha puesto sobre la
mesa. Ya van más de 15 días donde se siente que han vuelto los aparatos de
tortura empleados por la Iglesia Católica durante la Santa Inquisición, pero
ahora más modernos y disfrazados de “libertad de expresión” En ese entonces
lograron imponer la persecución a saberes distintos y sobre todo a las mujeres a través del
miedo, ahora desinforman, alientan al odio y sobre todo nos satanizan por
decidir sobre nuestros cuerpos.
Increíble, pero cierto.
Con un tono amigable pero bastante firme, Camila interrumpe:
- Xime, no olvides que estás hablando con una católica, ojo
con eso, pues! ,
-Obvio que no lo olvido, hermana. Si fuera así hubiera sido
más ácida, responde Ximena con una mirada pícara y con un tono bastante
tranquilo. Y continúa:
-A ver, dame vos tu opinión como católica y buena hija de la
Iglesia que eres.
-Yo soy católica, pero no anti derechos, hermana. Es muy distinto. Yo no sé de un dios que
castigue y juzgue.
Ximena a modo de estirar un poco las piernas y los brazos,
responde:
-Ojalá todas pensaran como tú. ¿Sabes qué es lo que enoja?
Que hablen sin propiedad. Están vociferando “No a la despenalización, si a la
vida” Cuando aquí no se está
despenalizando nada. Hablan de la Ley
del Aborto, y no es así, no hay ninguna ley, se trata de un artículo del código
penal que amplía las causales para acceder a una interrupción del embarazo.
Camila no puede evitar interrumpir:
- ¿Sabes? A mí como católica me molesta que hablen en nombre
de todos. Yo puedo tener muchas creencias y ser muy arraigada a ellas, pero eso
no significa que en base a éstas sea intransigente con los derechos de los demás.
- Claro, hermana. Y sabes que es lo peor? Que los juicios
más cruentos vienen de mujeres.
- Ahí se aplica lo
que me has enseñado, no? la enemistad y competencia entre las mujeres es el primer
triunfo del patriarcado, replica Camila
- Exacto. Es una verdad que toca enfrentar y trabajar, sobre
todo en una misma y no es tarea fácil, pero la coherencia debe ser permanente.
Camila nunca ha creído en la solidaridad, o sorodidad como
diría Ximena, entre las mujeres, pero ya han sido varias ocasiones en las que
ha comprobado que si puede existir-
Ahora vuelve al núcleo del tema:
- Bueno, pero más
allá de creencias y moral, el tema tiene que ver exclusivamente con salud
pública, no?
- El tema tiene que ver principalmente con el derecho a
decidir de las mujeres, Cami. ¿Por qué seguir criminalizando nuestro derecho a
decir sí o no a la maternidad? , pregunta Ximena.
Camila se concentra y después de pensarlo muy bien, afirma:
- Es que si no podemos ser madres, somos unas estériles
inútiles, si lo somos y nos equivocamos, qué malas madres, y si decidimos
interrumpir un embarazo, somos asesinas.
¡Vaya juicios que nos tocan¡
Ximena sorprendida, se levanta y mientras empieza a recoger
todo, responde:
- Esa respuesta si me sorprende, pero me gusta. ¿Se debe a
algo en específico?
- No, bueno si,
responde Camila. – La maternidad hegemónica me está absorbiendo la vida, eso es
lo que pasa.
Camila también se levanta y ambas se dirigen a la cocina.
Dejan todo en el mesón y Ximena con un tono convencidísimo, se dirige a su
compañera:
- Tengo un licorcito por ahí guardado, ¿quieres contarme
sobre esa maternidad hegemónica que te absorbe mientras lo tomamos?
- Es tentadora tu
propuesta, hermana. Acepto con todas la de la ley, responde sonriente Camila.
Ese viernes, no fue un día más, ese viernes ambas habían
aprendido una vez más, una de la otra.
Camila había entendido que no basta pregonar la igualdad
mientras maten mujeres cada 3 días, mientras sigan violando, matando y quemando
niñas con permiso del Estado. Definitivamente, no basta.
Ximena comprendió la imperiosa necesidad de la empatía, y
quizá entendió que las generalizaciones deben ser repensadas.
Ambas ya en la sala, se acomodan y antes de continuar con ese viernes que se regalaron, se miran con el
mismo cariño de siempre, una de ellas levanta
la primera copa y brinda:
- Salud, hermana porque estamos vivas pero no sabemos hasta
cuándo.
Con una sonrisa profunda, Ximena reposo
- Es el brindis más feliz que haré de mucho tiempo. Salud,
hermana. Porque seguir vivas es nuestra revolución.