jueves, 22 de junio de 2017

EL AMOR ROMÁNTICO COMO JUSTIFICATIVO Y REPRODUCTOR DE VIOLENCIAS






Por: Anahi Alurralde Molina

El tema del que hoy  he decidido hablar, es un tema controversial, delicado, álgido y que incomoda, y claro que va a incomodar en tanto atraviesa  subjetividades y cotidianidades de cada una de nosotras, las mujeres.

Voy a abordar el tema del amor, el amor de pareja, el amor romántico como el justificativo y reproductor de las violencias hacia las mujeres, y si bien en un principio del escrito lo planteé solamente como violencia hacia las mujeres, me he leído y me he corregido ya que es una secuencia de violencias las que se ejercen contra las mujeres en nombre del amor.

Parto de la premisa de que el amor no puede ser tomado como un sentimiento atemporal e inmutable, por el contrario, es fruto de una construcción cultural, social e histórica.

Es común que cuando a una mujer se le pregunta ¿Qué es el amor para ti? Inmediatamente su lenguaje corporal cambia y en la mayoría de los casos, no llega a dar una respuesta exacta porque la pregunta le rebasa las emociones.  Esto  está relacionado con una reflexión que ha sido planteada por algunas autoras, como Marcela Lagarde, cuando evidencia que no es raro, ni es inocuo escuchar la pregunta ¿Para qué estamos las mujeres en este mundo? y la respuesta más frecuente es “para amar”.

El amor ha sido un significante vacío a lo largo de la historia porque se le ha asignado distintos contenidos y sentidos, en tanto es una construcción histórica condicionada por las épocas y las dinámicas sociales emergentes.

En este sentido, el sistema patriarcal para reproducirse y perpetuarse ha creado una moral amorosa  de la cual  emanan mandatos distintos para hombres y mujeres, es decir, para las mujeres el amor es intrínseco de su identidad, por lo cual se convierte en la experiencia que concreta su ser.

Los contenidos del amor son aprendidos de muchas maneras a través de manifestaciones culturales específicas de cada cultura y de cada grupo social, en tanto que cada mujer realiza el amor dependiendo de sus condiciones de vida.

Dentro de una sociedad donde el sistema construye a las mujeres en pos del  ideal supremo de ser  una buena mujer, digna esposa y abnegada madre, cabe preguntarse, qué lugar ocupa el amor en nuestras vidas, en nuestra cotidianidad, en la inversión de nuestro tiempo y nuestra energía. 

Las mujeres son educadas para ser altruistas ante cualquier situación, incluso si ésta va en desmedro de ellas. Es por eso que en la mayoría de los casos,  las relaciones afectivas de pareja  resulten para las mujeres una anulación de su individualidad seguida de la sutil sujeción que anula su autonomía.

 Así el amor de pareja se ha convertido en un mecanismo cultural para controlar a las mujeres, porque en nombre de éste la humillación, la anulación y todos los tipos de violencias son socialmente aceptados como naturales.

Amar por elección y no por necesidad

En Bolivia los índices de violencia contra las mujeres demuestran que el espacio donde  ésta se ejerce en sus diversas manifestaciones  es en el de las relaciones afectivas de pareja. 

El 70% de los casos de violencia extrema contra la mujer, es decir los feminicidios son de tipo íntimo, lo que se demuestra que la construcción de las relaciones íntimas afectivas está en desventaja para las mujeres porque legitima y solapa las violencias contra ellas. Los hombres que un día juraron amarlas fueron los que les arrebataron la vida. Y campantes afirman: La maté porque era mía.

Entonces, esto entra en dialogo directo con lo mencionado anteriormente, y es preciso preguntarnos ¿cómo estamos amando las mujeres? ¿Nos han enseñado acaso que amar sea una renuncia total  a nosotras en términos de autonomía y de amor propio?

Y aún caben más preguntas  ¿Cuál es ese modelo de amor que nos ofrecen y que nos venden las industrias culturales dentro del sistema capitalista?   La respuesta que me atrevo a dar es que este modelo de amor que se vende y con el que colapsan a nuestras subjetividades, está lleno de mitos que impiden que se construyan relaciones basadas en la libertad antes que en la necesidad.

Respecto a estos mitos Carlos Yela  identifica algunos  que configuran nuestras estructuras  sentimentales:
-Mito de la media naranja- Mito de la perdurabilidad- Mito del matrimonio o convivencia- Mito de la omnipotencia- Mito del libre albedrío-Mito del emparejamiento.
Sin embargo sólo me voy a concentrar en uno de ellos: El de la exclusividad

Mito de la exclusividad: Creencia de que el amor romántico sólo puede sentirse por  una única persona.  Este mito es muy potente y tiene que ver con la propiedad privada y el egoísmo humano que siente como propiedades a las personas y sus cuerpos. Y de hecho, este es un mito que sustenta a otro: el de la monogamia como estado ideal de las personas en la sociedad.

Todos estos mitos hechos mandatos son asumidos y  naturalizados  POR LAS MUJERES, y esto se puede entender en base a lo que Alejandra Kollantai denominó la doble moral sexual, que entiende que los hombres tienen derecho a disfrutar de su sexualidad y las mujeres no, porque supuestamente las necesidades sexuales de éstas no son tan fuertes o porque se considera que ellas no deben disponer de su propia sexualidad.

Esta doble moral entiende y sustenta que el adulterio masculino sea naturalizado y más perdonable,  pero a la inversa es imposible, a una mujer no se le perdona la infidelidad, al contrario a ella  se la condena ferozmente y más cruento aún, pero real es escuchar a los feminicidas declarar: La maté porque sentía celos, me quería dejar.

Y para hacer apología de estas dinámicas, ciertos productos culturales se convierten en aliados, por eso tenemos a un Joaquín Sabina, que en sus canciones románticas aparentemente inofensivas  idealizan un tipo de relación sentimental que alberga un fondo  peligrosamente posesivo. (Ejemplo: El estribillo de Contigo)

Y morirme contigo si te matas
Y matarme contigo si te mueres
Porque el amor cuando no muere mata
Porque amores que matan nunca mueren.

(Canción que canté durante años, antes de escucharla y analizarla con una perspectiva profundamente feminista)

El amor construye no te destruye

En base a Foucault, Largarde afirma  que el cuerpo y la sexualidad de las mujeres son un campo político definido, disciplinado  para la producción y para la reproducción, ambos campos construidos como disposiciones sentidas, necesidades femeninas irrenunciables. El cuerpo de las mujeres es un cuerpo sujeto, y ellas encuentran fundamento a su sometimiento en sus cuerpos, sin conocer que su cuerpo  y su sexualidad  son el núcleo de sus poderes.

Entonces, puedo afirmar que uno de los objetivos fundamentales de la dominación patriarcal fue el control y la represión de nuestro sentir corporal y nuestra sexualidad, lo primero que nos han expropiado son nuestros cuerpos y es por eso que en nuestra cultura las mujeres que han disfrutado de su cuerpo y su sexualidad han sido siempre estigmatizadas socialmente como malas mujeres, mujeres de vida alegre, putas o hasta ninfomas  y su figura opuesta o su alter ego son  las buenas mujeres y santas madres.

¿Entonces que se hace ante esto, Anahi?; me pregunto con insistencia. Y lo primero que elucubro es que para  para decir Ni una menos, hay que deconstruir el imaginario del amor.

Aclaro, no estoy en contra del amor, al contrario, hoy estoy enamorada, disfrutando de mis sentires y construyendo lazos,   lo que  cuestiono es la forma en la que nos ha enseñado a amar, mientras sigamos pensando que el amor significa renuncia de una misma y entrega sin límite al otro, vamos a seguir reproduciendo círculos viciosos de dependencia y desde luego de violencias.

Estoy convencida que hablar, reflexionar y cuestionar  sobre este tema, permitirá tomar conciencia de  que, es en y desde las emociones donde se debe librar la verdadera batalla contra el patriarcado, porque lo  que hay que  liberar es lo primero que se nos expropió, el cuerpo y por tanto también liberar las emociones y los sentimientos de las estructuras rígidas y jerárquicas, porque otras formas de amar si son posibles.

martes, 6 de junio de 2017

Por esa amiga a la que le jodieron la vida







Por: Anahi Alurralde Molina


Era de noche cuando recibí esa llamada hace ya una semana.

La voz de mi madre me advertía que algo no estaba bien, que vuelva a casa acompañada, que no está tranquila.


No pasaban de las 11 de la noche, por lo que pensé que estaba exagerando, sin embargo la voz se le iba quebrando a medida de que enunciaba sus palabras, me inquieté y volví a casa, llegué bien y directo a buscarla.


Después de escucharla no volví a dormir en paz, por eso hoy aprovecho este insomnio para contar esta historia real, que marcó la vida de una amiga con la que no fuimos cercanas, pero la conocí lo suficiente como para decirle que le creo, que la abrazo y la acompaño.


Ya han pasado casi 15 días desde aquel viernes donde al salir de clases, aproximadamente a las 10 de la noche,  esa lluvia nocturna que se apodera de La Paz, le llevó a decidir tomar un taxi para ir a casa más rápido y sin pasar mucho frío, así  como lo hacemos la mayoría de paceñxs en estos días de frio estrepitoso.


No habían pasado ni 3 cuadras y el chofer le hizo charla respecto al clima helado que estas últimas semanas azotó a La Paz. Ella con esa simpatía y carisma que le caracterizan respondió y entablaron una conversación cotidiana entre pasajera y taxista, nunca imaginó que esa conversación le cambiaría la vida para siempre.


Después de unos minutos, el “amable” chofer le ofreció un dulce para calmar el frio, ella crédula e inocente aceptó. Casi inmediatamente empezó a perder el conocimiento y cuando lo empezó a recuperar tenía a ese hombre desnudo encima de ella.


Con las pocas fuerzas que tenía su cuerpo después de haber sido dopado con quien sabe qué droga, logró zafarse y llegar hasta una avenida cercana para pedir ayuda, los vecinos lograron auxiliarla e impidieron que el macho huya.


Mientras el entraba a celdas policiales, ella se limpiaba los rastros de semen que quedaron en su cuerpo.


Mientras el prestaba su declaración de los hechos, ella no terminaba de entender lo que había sucedido, ¿Por qué? se preguntaba a medida de que reaccionaba paulatinamente de los efectos de la droga.


Mientras él se acomodaba en el espacio que le habían asignado para dormir, ella sabía que después de ese día nunca más volvería a conciliar el sueño con la misma libertad de antes.


Las horas pasaron, ya había amanecido y para ella empezaba una peregrinación, tenía que ir a los lugares correspondientes para los análisis del VHI, el de ITS y otros más, seguía sin poder reaccionar ni entender nada. Ella no había iniciado su vida sexual, le temía un poco a esa experiencia.  No logra entender que buscaba el violador.

  
Yo después de cavilar mucho en el tema, creo poder responder a esta pregunta.


¿Qué busca el violador?


Antes mi respuesta hubiera sido que sólo busca  placer sexual, sin embargo hoy entiendo que las relaciones de género son un campo de poder y que por eso, quizá en lugar de hablar de  crímenes sexuales hay que hablar de crímenes del poder, de la dominación.


Rita Segato, una antropóloga que se ha especializado en la temática de violencia, afirma que la violencia contra las mujeres no tiene solo un eje de relación entre el agresor y la agredida, sino que es una relación entre hombres que expresa  un mandato de masculinidad.


El mandato de masculinidad es un mandato de violencia, de dominación, el sujeto masculino tiene que construir su potencia y exhibirla  a los ojos de los otros,  de sus congéneres.


El hombre tiene que probar su masculinidad todo el tiempo porque es cuestión de prueba, de examen, de adquisición de un estatus que no es dado de por sí, sino que tiene que ser constantemente reproducido. Entonces, el hombre más peligroso y tóxico es el sujeto inseguro porque ese estatus lo adquieren por la vía de la fuerza y de la violencia sobre todo contra las mujeres, es decir,  prueban su potencia mediante el cuerpo de las mujeres.


Ahora entiendo que en una violación no hay una relación sexual ni una búsqueda de placer, lo que  hay es un deseo de control, de apropiación, de posesión. Porque el hombre para sentirse hombre necesita sentirse viril y tiene que demostrar su capacidad de control y secuestro sobre el cuerpo de una mujer. El violador obedece un mandato de masculinidad que le demanda un gesto extremo aniquilador de otro ser para verse y sentirse como un hombre. En el acto de violación hay una libido dirigida no al deseo ni al cuerpo de la víctima sino al poder de saberse su dueño y poseedor.


Para él la cárcel y para ella  ¿qué sigue?


Hoy ella no tiene esa simpatía en la sonrisa y ese carisma en el carácter,

Hoy ella siente vergüenza de su cuerpo y lo ha lavado hasta el cansancio,

Hoy ella se mira al espejo y no se reconoce, siente que ese viernes no sólo violentaron su cuerpo, sino su vida misma.


Porque la violación es eso, otra forma de matar a las mujeres. Otra manera de anularlas y de decirles que sus vidas no valen.


Mientras escribo esto, me pregunto ¿Qué hay después de una violación? Para el macho violento en el mejor de los casos, habrá una sentencia que lo condene a  unos años de cárcel.


Y para ella y ellas, ¿Qué hay, que sigue? Y hablo en plural porque hoy me toca contar una historia que estoy viviendo de cerca, pero sé que en nuestro país se violan a mujeres todos los días. Todos nos alimentamos del morbo de la noticia mediática, pero de ellas no sabemos nada, nadie se pregunta qué pasa al día siguiente con esa mujer, con su vida y los sueños que tenía.


Esa mujer,  esa amiga a la que ese viernes le jodieron la vida quizá nunca llegue a leer este escrito, pero necesito hablarle y a través de ella a todas esas mujeres que sufrieron una vejación sexual, decirles que esos machos que las violentaron que usaron su órgano sexual masculino como un arma para destruirlas, no son seres anómalos. En ellos irrumpen y brotan  determinados valores que están en toda la sociedad, una sociedad moralizadora con las mujeres.


El mensaje que dejan en ellas es para todas, porque la violación no es un hecho genital, es un hecho de poder y no están diciendo que tienen poder sobre todas nosotras.


Generalmente,  convertimos al violador en un chivo expiatorio pero él,  fue el protagonista de una acción que es de toda la sociedad, una acción moralizadora de la mujer. El violador cree que la mujer se merece eso. Y por eso empiezo a creer que  los jueces, los abogados, los legisladores, no están formados, no tiene formación suficiente para entender esto.


Resilencia, resistencia para sobrevivir


Quiero terminar este escrito contando que lo hice porque hay que salir del morbo de la noticia inmediata y analizar el porqué de la violencia.


Escribí esto porque hay que hablar de estos temas y no quedarnos con conclusiones reduccionistas y simplonas, porque si no se comprende qué papel tiene la violación y la exterminio de mujeres en la sociedad actual, no vamos a hallar soluciones, hay que socializar los análisis, sobre qué  es el acoso callejero, qué es un acoso sexual, una agresión sexual, qué es una agresión íntima dentro de  las relaciones de pareja, o qué es una violación anónima en la calle como le pasó a mi amiga.


Hoy mediante estas letras denunció este hecho, mañana lucharé porque no quede en la impunidad, y todos los días intentaré resistir desde la resilencia para sobrevivir porque ya entendí que nacer mujer es un riesgo constante.


Y  el día que esa amiga mía me permita, la volveré a ver y sólo le daré un abrazo de esos que intentan llegar al alma.