Por:
Anahi Alurralde Molina
“Ella si decidió tener
al bebé. Ella apostó por el amor. Qué amor más grande y puro.” Estas fueron las frases que se quedaron
rondando en mi cabeza hace algunos días, después de leer un artículo, de esos
que le dejan sabor a poco a una.
En estos tiempos hablar
de amor requiere de mucha responsabilidad, amplitud, sabiduría y empatías. Y
sobre todo cuando de mujeres se trata.
¿Por qué?
Porque en nuestra
cultura uno de los contenidos de género
fundamentales para las mujeres es aprender a ser seres de y para el amor
y a definir nuestra existencia en torno a éste y a sus diversas formas.
Y para analizar este
tema hay que revisar al amor en clave muy crítica. La visión feminista ha sido
pionera en esto y hoy por hoy las mujeres identificamos mejor los discursos
tradicionales en torno al él y a nosotras.
Amar es el principal deber de las mujeres.
¿Qué debemos hacer las mujeres? Debemos ser seres de amor. Y esto como un
mandato cultural, no como una opción porque es el deber ser que culturalmente se
nos ha asignado, el deber ser que socialmente ha sido construido en cada mujer.
Y entre uno de los
mandatos culturales más fuertes está el amor maternal y aquí encontramos la
explicación o el porqué de tanta lapidación a las mujeres que deciden no
obedecer este mandato a cabalidad.
Hablar de maternidad
implica hablar del instinto maternal, y en este caso de desmitificarlo y
develar que este no existe por vocación natural, a este se lo construye. Si, el
instinto maternal es una construcción socio cultural. El mito del instinto
maternal interviene en el control social de las mujeres. Este mito dictamina
que toda mujer debe, necesita y desea ser madre. Y además, éste también tiene como
finalidad, mantener el orden social – heterosexual y desde luego, legitimar la
esencia femenina, que supuestamente completa a las mujeres.
La
maternidad como discurso dominante.-
En estos tiempos no
resulta novedoso ni extraño que muchas
mujeres no desean tener hijos. La maternidad no es concebida por ellas como un
propósito vital, ni un plan determinado. Hoy las mujeres empiezan a concebir la
maternidad como una pregunta existencial, ¿quiero o no quiero ser madre?
Sin embargo todavía
imperan los discursos dominantes sobre la realización materna, a cuántas se nos
ha repetido hasta el cansancio las siguientes frases: “Ser madre es la mayor y única realización de la mujer” “Cuando eres
madre te sientes realizada”.
Como consecuencia de
estos mandatos sociales, las maternidades obligatorias producen extrema
vulnerabilidad en las mujeres, en relación a los logros personales, como
sujetos deseantes y capaces de producir (más allá de reproducir – se) en ámbitos
laborales, educativos, profesionales, etc.
Un
No a los demás es el primer Si para una misma
Entonces cuando se relaciona
el amor “puro” con la decisión de una mujer por ejercer su maternidad, se
reafirma que las mujeres son seres del y para el amor, y yo me pregunto: ¿Y el
amor hacia una misma? ¿Decidir conscientemente no ejercer una maternidad no
planificada, no es una muestra de amor propio?
Decidir autónoma y
soberanamente no ser madre es una
muestra de amor y responsabilidad con una misma. La realización de una mujer
puede ser mucho más profunda que circunscribirse en las faenas maternales.
En estos tiempos
decirle No a un sistema que nos reduce a incubadoras es decirnos Si a nosotras,
a nuestros sueños y ese sí, es un amor puro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario