domingo, 21 de mayo de 2017

Decirle NO a la maternidad también es amor.





Por: Anahi Alurralde Molina             
                      

“Ella si decidió tener al bebé. Ella apostó por el amor. Qué amor más grande y puro.”  Estas fueron las frases que se quedaron rondando en mi cabeza hace algunos días, después de leer un artículo, de esos que le dejan sabor a poco a una. 


En estos tiempos hablar de amor requiere de mucha responsabilidad, amplitud, sabiduría y empatías. Y sobre todo cuando de mujeres se trata. 

¿Por qué?


Porque en nuestra cultura uno de los contenidos de género  fundamentales para las mujeres es aprender a ser seres de y para el amor y a definir nuestra existencia en torno a éste y a sus diversas formas.


Y para analizar este tema hay que revisar al amor en clave muy crítica. La visión feminista ha sido pionera en esto y hoy por hoy las mujeres identificamos mejor los discursos tradicionales en torno al él y a nosotras.


 Amar es el principal deber de las mujeres. ¿Qué debemos hacer las mujeres? Debemos ser seres de amor. Y esto como un mandato cultural, no como una opción  porque es el deber ser que culturalmente se nos ha asignado, el deber ser que socialmente ha sido construido en cada mujer.


Y entre uno de los mandatos culturales más fuertes está el amor maternal y aquí encontramos la explicación o el porqué de tanta lapidación a las mujeres que deciden no obedecer este mandato a cabalidad.


Hablar de maternidad implica hablar del instinto maternal, y en este caso de desmitificarlo y develar que este no existe por vocación natural, a este se lo construye. Si, el instinto maternal es una construcción socio cultural. El mito del instinto maternal interviene en el control social de las mujeres. Este mito dictamina que toda mujer debe, necesita y desea ser madre. Y además, éste también tiene como finalidad, mantener el orden social – heterosexual y desde luego, legitimar la esencia femenina, que supuestamente completa a las mujeres.


La maternidad como discurso dominante.-


En estos tiempos no resulta novedoso ni extraño que  muchas mujeres no desean tener hijos. La maternidad no es concebida por ellas como un propósito vital, ni un plan determinado. Hoy las mujeres empiezan a concebir la maternidad como una pregunta existencial, ¿quiero o no quiero ser madre?


Sin embargo todavía imperan los discursos dominantes sobre la realización materna, a cuántas se nos ha repetido hasta el cansancio las siguientes frases: “Ser madre es la mayor y única realización de la mujer” “Cuando eres madre te sientes realizada”.


Como consecuencia de estos mandatos sociales, las maternidades obligatorias producen extrema vulnerabilidad en las mujeres, en relación a los logros personales, como sujetos deseantes y capaces de producir (más allá de reproducir – se) en ámbitos laborales, educativos, profesionales, etc.


Un No a los demás es el primer Si para una misma


Entonces cuando se relaciona el amor “puro” con la decisión de una mujer por ejercer su maternidad, se reafirma que las mujeres son seres del y para el amor, y yo me pregunto: ¿Y el amor hacia una misma? ¿Decidir conscientemente no ejercer una maternidad no planificada, no es una muestra de amor propio?


Decidir autónoma y soberanamente no ser madre  es una muestra de amor y responsabilidad con una misma. La realización de una mujer puede ser mucho más profunda que circunscribirse en las faenas maternales.


En estos tiempos decirle No a un sistema que nos reduce a incubadoras es decirnos Si a nosotras, a nuestros sueños y ese sí, es un amor puro.

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